sábado, 2 de mayo de 2015

La plaga del fin del mundo - Isaac Vargas Cárdenas


La plaga del fin del mundo - Isaac Vargas Cárdenas
Carlos apenas podía creer como comenzó todo. Aquellas creaturas parecidas a langostas habían invadido por completo los campos.
Ya no quedaba nada por hacer, más que esperar 
la muerte de miles de millones por inanición. 

Carlos siempre imaginó que algo así pasaría pero no a una escala mundial.

Los extraños insectos que invadían sus cosechas así como las de miles de otros agricultores alrededor del mundo eran resistentes a prácticamente todo, desde los más mortíferos pesticidas, hasta el fuego. Invadían los campos devorándolo todo a su paso desde mazorcas hasta pequeños animales. Reportes de algunos países hablaban de que inclusive habían matado personas a mordiscos. 

Aunque Carlos y su familia estaban siempre preparados para ocasiones difíciles dudaban poder sobrevivir a semejante desgracia. No había salvación para ellos ni para la humanidad.

“Desde que comenzamos a sobreexplotar la tierra” – pensó el campesino- “firmamos nuestra sentencia de muerte”. 

La familia se encontraba agazapada en el sótano, el cual era parecido a un bunker. Tenían comida enlatada suficiente para resistir un par de años de hambruna, tal vez un poco más.

Carlos llamo a su hijo mayor para que lo ayudara a tapiar las ventanas. Ambos subieron hacía la casa, abandonando el refugio que el sótano les ofrecía. El hijo mayor obedecía algo asustado, pues el espectáculo del exterior era espeluznante. Era imposible alcanzar a distinguir gran cosa si uno se asomaba por la ventana, gracias a las nubes de insectos apocalípticos. Uno apenas estaba a salvo en el interior de su vivienda. 

Más a Carlos no le preocupaban tanto aquellos monstruosos insectos. 

Los Vecinos… 

Ellos eran su mayor preocupación pues se trataba de personas violentas y de carácter impredecible. Carlos realmente no sabía que esperar de aquella gente. 

El hijo mayor de Carlos se asomó por una ventana y pudo ver al padre de la familia de al lado correr hacía donde ellos se encontraban, lanzando maldiciones y groserías a cada paso que daba. Toco violentamente la puerta de la casa y Carlos, dudándolo por un momento, destrabo el candado y le permitió entrar. 

El hombre entro dando gritos y sacudiéndose a los feos insectos de encima. Parecía desesperado por ayuda. De pronto miro a Carlos a los ojos, exclamando con voz sonora-.

Carlos. Tienes que ayudarme…. Mi familia no tiene suficientes víveres para este mes…. ¿Acaso no podrías compartir algunos con nosotros? 

Carlos ya se había imaginado que aquel hombre quería algo así y se encontraba preparado emocionalmente para dar una negativa. Parecía algo inhumano pero se trataba de una cuestión de supervivencia familiar. 

-Lo siento, Chuy- dijo secamente el campesino- No puedo ayudarte con eso… 

Mas Chuy no estaba dispuesto a recibir un no como respuesta. Espero a que Carlos y su hijo le dieran la espalda para sacar una pistola de su bolsillo y le disparo al muchacho a quemarropa. El jovencito dio un alarido de agonía. Carlos no podía creer lo que sucedía. Corrió hacía su hijo y se agacho junto a él, tratando de tapar la herida con sus manos para así evitar que sangrara más. 

-Tú te lo buscaste, Carlos. Si hubieras tenido piedad de mi familia yo tendría piedad de la tuya – dijo Chuy de una forma muy seca, con la voz rasposa y una mirada de maldad en sus ojos. 

Carlos lo miro estupefacto. No podía creer semejante egoísmo e irresponsabilidad. Chuy le advirtió que no se moviera mientras le apuntaba con la pistola, para luego dirigirse al sótano. Mientras tanto, el hijo mayor moría desangrándose. 

-No… - sollozaba Carlos. 

Cuando el atacante abrió la puerta del sótano la mujer del campesino lo recibió aventándole latas de conserva de entre sus provisiones, logrando golpearlo fuertemente en la cabeza.

-¡Asesino!- grito la mujer. 

Chuy cayó al suelo pero se incorporó inmediatamente, para después disparar contra aquella mujer y sus hijos más pequeños. 

Al oír el estruendo del accionar del arma, Carlos corrió hacia la cocina y tomando un cuchillo se dirigió desesperadamente hacía el refugio. Chuy había caído nuevamente pues el golpe de la lata lo afectó más de lo que pareció en un principio. Se encontraba tratando de alcanzar su pistola cuando Carlos entro en la habitación, solo para presenciar aquella tétrica escena. Toda su familia asesinada… Rápidamente el campesino se abalanzo sobre Chuy y le corto la garganta; este no tardó mucho en morir desangrado… 

Carlos estaba devastado. Perdió a toda su familia por permitir a aquel cobarde homicida entrar tan solo por un minuto a su casa. De pronto Carlos miro fijamente el arma del asesino de su familia. Ya no tenía nada que perder, así que la tomo del suelo. Súbitamente recordó algo; no había terminado de tapiar las ventanas por completo. Escucho el ruido de pequeñas alas que llenaban el vacío en aquella penumbra. Las langostas se estaban colando al sótano. El campesino vio como estas comenzaban a devorar los cadáveres de sus seres queridos. Pronto seguiría su turno. Cerró los ojos y apretó el gatillo. 

Ahora todo era oscuridad…

Fuente: http://hail-to-the-geek-imaginerias.blogspot.mx/2015/05/la-plaga-del-fin-del-mundo.html 

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