lunes, 28 de marzo de 2016

Caballo de Troya 6 Hermón - J. J. Benítez.

Calificación: 5 estrellas.



Mi Opinión: 

En esta sexta entrega de Caballo de Troya Hermón, Benítez abre su corazón y explica el miedo que le ha ocasionado seguir con su obra, las amenazas de muerte realizadas por creyentes o miembros de la iglesia han sido constantes, gracias a las revelaciones presentadas en estos textos ponen en peligro la credibilidad de dicha empresa global.

Es fascinante conocer de primera mano la vida y los pensamientos del llamado Hijo del Hombre, muchos de los sucesos narrados en los textos evangélicos fueron deformados, silenciados o mutilados, en pocas palabras, no podemos confiar por completo en dichas historias ya que posiblemente fueron manipuladas para beneficio propio.

Hasta el momento la ciencia no ha logrado explicar por completo todos los milagros que Jesús realizo durante su vida.

Mientras transcurre la historia, el mayor va conociendo y entendiendo la personalidad de muchos de los personajes que rodearon al Galileo, jamás, hasta hoy, se había trazado un perfil tan minucioso y exhaustivo de los hombres y mujeres que participaron en la obra del Maestro.

Es así como Caballo de Troya desmitifica y coloca en su justo lugar a protagonistas como María, la madre de Jesús, Poncio o los íntimos, la vida de Jesús a pesar de nuestros avances tecnológicos aún sigue siendo un misterio.

En esta parte de la historia el mayor ha tenido un cambio bastante significativo, de ser ese hombre de ciencia que juzgaba todo en base a los hechos, ahora se está dando cuenta que no todo puede ser comprobado, tan solo es necesario creer. Es interesante enterarse como Jesús convivía con cualquier persona sin importar a lo que se dedicara, en lo que creyera o a la raza pertenecía.

En esa época las personas se guiaban por leyendas, los habitantes de ese tiempo eran excelentes comerciantes, en extremo orgullosos y lo que más valoraban de una persona era su honor.

El libro afirma que después de la resurrección de Jesús, existieron 19 apariciones, las cuales tuvieron un total de entre 1488 y 1538 testigos, en sus apariciones Jesús hablaba de igualdad entre hombres y mujeres, sin embargo, el entorno machista de la sociedad Judía considero esas ideas reprobables, Jesús de Nazaret no predicó, ni promulgó una religión tradicional, Jesús nunca hablo de condenación, ni tampoco de bautismo, Es triste saber que las religiones no respetaron la verdad sobre Jesús, cada institución manipulo la verdad a su propio beneficio, cada institución miente al decir que posee la verdad absoluta.

Caballo de Toya será odiado o amado por el lector, sin duda alguna, una obra fascinante.


Reseña: 

Hermón. Caballo de Troya 6, uno de los libros más esperados, tampoco le dejará indiferente. Más aún: en palabras del autor, «si usted no dispone de una mente abierta..., no lo lea. Sus creencias se desequilibrarán». En esta nueva entrega —siguiendo el diario del mayor norteamericano—, J.J. Benítez, entre miles de datos técnicos e históricos rigurosamente comprobados, le adentrará en capítulos que fueron sospechosamente silenciados por los evangelistas. Apariciones de Jesús de Nazaret tras su resurrección: ¿sabía usted que fueron muchas más de lo que cuentan los Evangelios? Primer cisma entre los discípulos: ¿por qué nadie habló de ello? Análisis del ADN: otra demoledora «sorpresa»


Citas:

  • Muchos de los sucesos narrados en los textos evangélicos fueron deformados, silenciados o mutilados.
  • —Descansemos… Demos a cada día su afán. Mañana decidiremos.
  • No era yo. No era el científico que, supuestamente, debía valorar, contrastar y juzgar.
  • Sé también que no teméis a los hombres, ni a lo que puedan representar, y que proclamaréis mi Verdad. Y otros muchos, gracias a vuestro esfuerzo y sacrificio, recibirán la luz de mi promesa…
  • Enseñad a vuestros semejantes, a todos, cuanto habéis visto, oído y experimentado a mi lado."
  • Me negué a mirar atrás. Y con el corazón en un puño hui literalmente de la plantación. Acababa de vender a un «amigo»… por un puñado de monedas.
  • Me llamó la atención que hablara de Dios y no de dioses…
  • «Y el Señor, después de haberles hablado, fue llevado al cielo, y está sentado a la diestra de Dios».
  • «… Amad a los hombres con el mismo amor con que os he amado. Y servid a vuestros semejantes como yo os he servido… Servidlos con el ejemplo… Y enseñad a los hombres con los frutos espirituales de vuestra vida. Enseñadles la gran verdad… Incitadlos a creer que el hombre es un hijo de Dios… ¡Un hijo de Dios!… El hombre es un hijo de Dios y todos, por tanto, sois hermanos…»
  • Y no tengo más remedio que preguntarme: si estos textos, supuestamente sagrados, han cambiado la dirección de medio mundo, ¿qué habría ocurrido si hubieran respetado la verdad? Pero lo más triste —que pone en tela de juicio buena parte de cuanto se narra en dichos evangelios— estaba por llegar.
  • «Jesús fue muy claro. La salvación no depende de la obediencia a la Ley, sino de la fe…»
  • « ¿Es que no veis que el Maestro nos está proporcionando una religión sin cadenas, sin castas sacerdotales y sin miedos? Una religión por y para el alma…»
  • « ¿Cuántas veces lo repitió el rabí? El evangelio del reino nada tiene que ver con viejas leyes, razas o culturas…»
  • «… Dedica tu vida a demostrar que el discípulo conocedor de Dios puede llegar a ser un constructor del reino, incluso cuando esté solo y separado de sus hermanos creyentes…
  • ¿Qué haréis cuando me marche y despertéis al fin y os deis cuenta de que no habéis comprendido el significado de mi enseñanza y que tenéis que ajustar vuestros conceptos erróneos a otra realidad?
  • «Era preciso despertar a la gran esperanza. Era menester que el mundo supiera de aquel Dios. Un Padre radiante y benigno, todo amor, que nos estaba regalando la vida. En el fondo era sencillo. Todo consistía en hacer su voluntad…»
  • Puertas cerradas y atrancadas. Un viento helado hace oscilar las llamas de las lucernas. La estancia queda a oscuras. Una zigzagueante, infinitesimal y azulada chispa eléctrica aparece al fondo del salón. La «chispa» dibuja una figura humana, nítidamente perfilada por una sutil línea violeta. Una «cascada de luz» se derrama desde la parte superior, colmando la silueta. Aparece un «hombre luminoso». Nadie reconoce al Maestro. La forma violácea habla y parece como si la voz partiera de toda la estructura. Copas metálicas y espadas, situadas cerca de la «aparición», entrechocan, cayendo al suelo. El «ser de luz» se esfuma, recogiéndose sobre sí mismo, hasta que sólo queda un punto brillante, blanco como el más potente de los arcos voltaicos.
  • Todos sois hijos de la luz. No tropecéis en el error de la desconfianza y la intolerancia."
  • La paz sea con vosotros… He aquí el grupo más representativo de creyentes, embajadores del reino, discípulos, hombres y mujeres, al que he aparecido desde que me liberé de la carne. Os recuerdo ahora lo que os anuncié tiempo atrás: que mi estancia entre vosotros terminaría. Os manifesté que tenía que volver junto al Padre. También os expuse claramente cómo los sacerdotes principales y los líderes de los judíos me entregarían para ser condenado a muerte. Pero también os dije que me levantaría del sepulcro.

  • Entonces, ¿cuál es la razón de vuestro desconcierto? ¿Por qué tanta sorpresa cuando, al tercer día, resucité? No me creísteis porque escuchasteis mis palabras sin entenderlas.

    »Ahora, por tanto, prestad atención para no caer de nuevo en el error de oírme con la mente, ignorándome con el corazón.

    »Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podéis acceder al conocimiento de ese gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos…

    » ¡Dios os ama!… Y es un hecho que sois sus hijos…

    »Por la fe en mis palabras, esto se convierte en una verdad eternamente viva en vuestros corazones.

    «Cuando, por esa fe viva, os hagáis conscientes de ese Dios y de cuanto afirmo, entonces habréis nacido como hijos de la luz y de la vida. Y yo os prometo que seguiréis ascendiendo y que encontraréis al Padre en el Paraíso…

    »Os exhorto a que no olvidéis que vuestra misión consiste en la proclamación del evangelio del reino. Es decir, la realidad de la paternidad de Dios y la hermandad entre los hombres… Anunciad la buena nueva…, en su totalidad. No caigáis en la tentación de revelar tan sólo una parte… ¡Prestad atención!… Mi resurrección no debe cambiar el gran mensaje. Es decir, ¡que sois hijos de un Dios!

    «Permaneced, pues, fieles al evangelio del reino.

    «Debéis marchar, predicando el amor de Dios y el servicio a los hombres.

    »Lo que el mundo necesita es saber que todos son hijos del Padre y que, gracias a esa fe, pueden conocer y experimentar esa noble verdad. Mi encarnación debería ayudar a comprender que los hombres son hijos del cielo, pero sé también que, sin la fe, no es posible alcanzar el auténtico sentido de esa revelación.

    »Ahora, aquí, estáis compartiendo la realidad de mi resurrección. Pero esto no tiene nada de extraño. Yo tengo el poder para sacrificar mi vida… y para recuperarla. Es el Padre quien me otorga ese poder…

    Más que por esto, vuestros corazones deberían estremecerse por la realidad de esos muertos de una época que han emprendido la ascensión eterna poco después de que yo abandonara la tumba de José de Arimatea…

    »He vivido para mostraros cómo, con amor, podéis revelar a Dios a vuestros semejantes. El hecho de amaros y serviros ha sido una revelación. Si he permanecido entre vosotros como el Hijo del Hombre ha sido para que lleguéis a conocer esta gran verdad: ¡sois hijos de un Dios!…

    »Id, pues, y gritad este evangelio.

    «Amad como yo os he amado. Servid como yo os he servido.

    «Habéis recibido con generosidad… Sed, pues, generosos.

    «Quedaos en Jerusalén hasta que vaya al Padre y os envíe el Espíritu de la Verdad. Él, después, os conducirá a una verdad más extensa y os acompañará por todo el mundo.

    «Siempre estaré con vosotros…

    »Os dejo mi paz.

  • Jesús de Nazaret no predicó, ni propugnó, una religión tradicional.
  • La salvación es un don de Dios, pero los que nacen del espíritu demuestran los frutos inmediatamente, a través del servicio a sus semejantes. Éstos son esos frutos: servicio amoroso, abnegación desinteresada, fidelidad, equilibrio, honradez, permanente esperanza, confianza sin reservas, misericordia, bondad continua, piadosa clemencia y paz sin fin. Si los creyentes no aportan estos frutos en su vida diaria… ¡están muertos!
  • Las lechuzas recobraron la paz y yo con ellas.
  • Por su parte, entre los paganos, sólo algunas, muy contadas, divinidades menores se hallaban capacitadas para escuchar y transmitir las súplicas de los pesimistas e infelices seres humanos.
  • Según la Ley, las hebreas eran desposadas a partir de los doce años y medio. Es decir, con la primera regla.
  • En la extensa normativa dedicada a las cuñadas (yernabot) se especifica que si un hombre se casa con una mujer sana y, al cabo de un tiempo, se vuelve sordomuda, el marido está legitimado para repudiarla.
  • «pecado = castigo divino = enfermedad» ha terminado convirtiéndose en un excelente negocio
  • Poco puedo contar sobre Bet Jenn. Media docena de casas, todas negras, todas en basalto, todas roídas por los años y las frecuentes lluvias y nieves de aquellas latitudes. Todas pobres, casi míseras. Una aldea perdida, habitada por los Tiglat. Un clan fenicio, casi puro, amable, orgulloso de su origen, discreto y, sobre todo, hospitalario.
  • Hoy sé que algunos sueños no son tan demenciales ni absurdos como parecen a simple vista…
  • Hoy sé que algunos sueños no son tan demenciales ni absurdos como parecen a simple vista.
  • Su corazón es inmensamente rico.
  • Creo que sí. Según mi padre, la verdad va directa al corazón. Lo sabré porque me hará temblar. Pero no de miedo, sino de emoción.
  • Mi padre dice que la verdad, si existe, no está en los dioses, ni tampoco en las leyes. La verdad está por llegar.
  • No, con Él, nada era extraño. Éramos nosotros los que no lo conocíamos suficientemente. Éramos nosotros los que habíamos forjado una imagen falsa, distante, erróneamente solemne de aquel cariñoso, espontáneo, cercanísimo y casi infantil Jesús de Nazaret.
  • Los que conocen al Padre nunca se despiden. Nunca dicen «adiós»… Sólo «hasta luego».
  • —En los reinos de mi Padre, querido «pinche», no hay grandes ni pequeñitos… El amor no distingue. No mide.
  • Los universos tienen sus propios creadores. El mío es uno de ellos.
  • Lo más atractivo del sentido del humor, es que sólo es practicado por gente segura y confiada.
  • —Pues bien, deja que el conocimiento y la revelación lleguen a su debido tiempo.
  • No perdáis el tiempo buscando en el exterior. No escuchéis siquiera a los que dicen poseer la verdad. Yo os digo que nadie puede domesticarla y hacerla suya. La verdad, la pequeña parte que ahora podéis distinguir, es libre, dinámica y bella. Si alguien la encadena, si alguien comercia con ella, se aleja.
  • — ¿Y para qué necesita la riqueza aquel que posee la verdad?
  • En el futuro, muchas de mis palabras y actos serán mal interpretado y, lo que es peor, manipulados.
  • Hay tres clases de luces: la que ahora veis, la física, la material; la luz de la mente y la genuina, la luz del espíritu.
  • Y llegará el día en que sólo seréis eso: luz.
  • Hijo mío, ahora no estás capacitado para entenderlo, pero hay otros placeres inmensamente más intensos y gratificantes que el sexo.
  • Hace tiempo, mucho tiempo, el gran Dios encomendó a uno de sus Hijos la creación de un nuevo universo. Y ese Hijo construyó un magnífico reino, repleto de estrellas y mundos. Era un universo inmenso.
  • Y aquel Hijo gobernó con amor y sabiduría durante miles y miles de años.

    Pero ocurrió algo…
    Cierto día, en una apartada región, varios de los príncipes a su servicio, jefes de otros tantos mundos, decidieron rebelarse contra la autoridad del Hijo y soberano. No creyeron en su forma de gobierno e incitaron a otros príncipes próximos a manifestarse contra lo establecido. E intentaron formar su propio reino, rechazando al monarca y, en definitiva, al gran Dios. El Hijo, echando mano del amor y la misericordia, trató de restablecer el orden. Fue inútil. Los rebeldes, empeñados en el error, despreciaron todo intento de reconciliación.

    Finalmente, ese Hijo divino tomó una decisión: viajaría de incógnito hasta los lejanos mundos de los infractores, haciéndose pasar por tan modesto carpintero. Escogió uno de los planetas y allí nació como un hombre más. Y así vivió, sujeto a la carne, y enseñando la verdad a las gentes. Les mostró quién era en realidad el gran Dios. Habló del espléndido futuro que les aguardaba y, sobre todo, recordó que eran hijos de ese maravilloso Padre.

    Pero la fama de aquel Hombre-Dios terminó llegando a oídos de los príncipes rebeldes. Y sucedió que, en cierta ocasión, cuando el carpintero oraba en lo alto de una montaña nevada, dos de los traidores se presentaron ante él, sometiéndolo a toda clase de preguntas.

    ¿Quién eres…? ¿Cómo te atreves a hablar de ese Dios?… ¿Quién te envía?
    Por último, convencidos de que se hallaban ante el Hijo y soberano del universo, le hicieron una proposición: ¡Únete a nosotros!

    Y el Hijo replicó: Hágase la voluntad del Padre.

    Los rebeldes, derrotados, se retiraron. Y todo el universo, pendiente de aquella entrevista, elogió la misericordia del Hijo y soberano.
    Desde entonces, el Dios disfrazado de hombre y carpintero ostentaría también el título de Príncipe de la Tierra.

  • Mis queridos hijos: ¡dejad en paz a la ciencia! No estáis aquí para convencer a nadie. Sólo para transmitir. Dejad que la verdad toque los corazones. Con eso es suficiente.

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