lunes, 7 de marzo de 2016

Casa Desolada – Charles Dickens

Calificación: 3 estrellas.


Mi Opinión: 

Dickens es de los pocos escritores en la historia que ha logrado plasmar su realidad actual con pluma y papel, explica combinando realidad y ficción situaciones vividas en ciudades, calles, personas ricas o pobres, los sentimientos de cada uno de esos personajes se puede sentir en carne propia, la desolación, esperanza, lucha por trascender en la sociedad son el pan de cada día, el abandono social, la intriga y misterio se plasman en cada página de Casa Desolada.
Fantasmas del pasado atemorizan a los protagonistas, aprendemos que los secretos no pueden estar ocultos en las sombras, solo es cuestión de tiempo para que salgan a la luz.

Reseña: 

Representa, para Chesterton, el punto más alto de la madurez intelectual de Dickens, su obra central. Esther Summerson, abandonada al nacer por sus padres, es la protegida de John Jarndyce, un poderoso gentleman de buen corazón que lleva años pleiteando a causa de una herencia. Esther vive en la residencia de Jarndyce, Casa Desolada, desde los dieciocho años, junto con Ada y Richard, primos adolescentes de John, huérfanos e indigentes a causa de la disputada herencia, a los que éste trata de orientar en la vida. La novela gira en torno a los avatares biográficos de Esther cuyo relato en primera persona se intercala con el del narrador, siempre luchando por encontrar su identidad, superar su origen y triunfar socialmente.


Citas:
  • Familias enteras han heredado odios legendarios junto con el pleito.
  • De nada vale mantener un engaño cuando nada se puede ganar con ello.
  • Existe una serie de personas diferentes, en una docena de oficio.
  • Tú conoces el mundo (que en el sentido que tú lo dices es el universo) y yo no lo conozco en absoluto.
  • Tenía unos modales tan naturales, tan cautivadores, tan encantadores, que al cabo de unos momentos estábamos sentadas junto a la ventana, iluminadas por la luz de la chimenea, y charlando con la mayor sencillez y naturalidad del mundo.
  • La señora Rouncewell sustenta esta opinión por considerar que toda familia de alguna antigüedad o importancia tiene derecho a un fantasma. Considera a los fantasmas como uno de los privilegios de las clases altas, como un detalle de distinción que no puede reivindicar la gente del común.
  • Es posible que ellos contemplen a veces imágenes mentales del buen tiempo, y quizá lo hagan con criterios más artísticos que los mozos de los establos.
  • — ¡Nemo! —exclama el señor Tulkinghorn—. Nemo significa Nadie en latín.
  • Mi niña y yo leíamos, cosíamos y hacíamos música juntas, y hallábamos tantas cosas que hacer con nuestro tiempo, que los días del invierno volaban como aves de brillantes colores.
  • Y no cabe duda de que los abogados se meten en aguas muy turbias. ¡Es una profesión interesantísima!
  • Es posible que incluso el carácter de personas mucho más viejas y estables se vea modificado por las circunstancias que las rodean.
  • Jóvenes, hermosos, llenos de esperanzas y de promesas, cruzaron levemente el espacio soleado, igual que sus ideas de felicidad estarían cruzando entonces los años venideros, todos ellos convertidos en años de felicidad.
  • Aunque tuvieras toda la sabiduría de todos los grandes hombres del pasado y del presente, jamás podrías hacer nada a derechas si no lo pretendes sinceramente y no te decides a hacerlo.
  • Era un lugar triste y desolado, que me dio una extraña sensación de dolor e incluso de horror.
  • La pobre Caddy era muy afectuosa.
  • ¿Lograré olvidar jamás cómo se me puso a palpitar el corazón, ante la mirada con la que tropecé cuando me puse en pie? ¿Olvidaré jamás la forma en que aquellos ojos hermosos y orgullosos parecieron salir de su languidez y apoderarse de los míos? No duró más que un momento, hasta que volví a bajar la vista, liberada una vez más, si puedo decirlo, a mi libro de oraciones, pero en aquel brevísimo espacio de tiempo llegué a conocer perfectamente aquel bello rostro.
  • ¡pero prefiero confiar en mí mismo antes que en otro!
  • Bueno, no serás tan antinatural como para desear que muera tu propio hijo, ¿verdad?
  • Yo entiendo que el papel que me corresponde en el sistema social es el de ser agradable; entiendo que el papel que corresponde a todos en el sistema social es el de ser agradables. En resumen, se trata de un sistema de armonía.
  • ¡Por el amor de Dios, no busques esperanzas en la maldición de la familia! ¡Hagas lo que hagas hasta que estés en la tumba, nunca des ni una ojeada al horrible fantasma que nos persigue desde hace tantos años! ¡Más te vale endeudarte, mendigar, incluso morir!
  • Estoy empezando a marchitarme cual las hojas del, otoño, y es imposible decir cuánto tiempo de Porte caballeresco les queda a estos viejos huesos, a esta trama débil y gastada.
  • Tras visillos y cortinas mugrientas, en los pisos altos y las buhardillas, ocultas tras nombres más o menos falsos, cabelleras falsas, títulos falsos, joyas falsas e historias falsas, hay una colonia de bergantes que yacen en su primer sueño.
  • La carne de su carne, la sangre de su sangre, la sombra de su sombra.
  • —He sido aprendiz y he sido obrero. He vivido con el salario de un obrero durante años y años, y más allá de un cierto punto, he tenido que educarme solo.
  • Esos son los invitados del salón largo de Chesney Wold en esta noche desapacible en que los pasos del Paseo del Fantasma (aunque aquí no se pueden oír) podrían ser los de un primo muerto y abandonado a la intemperie. Es casi hora de acostarse. En toda la casa están encendidas las chimeneas de los dormitorios, que hacen aparecer fantasmas de muebles sombríos en las paredes y los techos. En la mesa que hay al otro extremo, junto a la puerta, brillan los candelabros para los dormitorios, y los primos bostezan en las otomanas. Hay primos al piano, primos junto a la bandeja de botellas de agua mineral, primos que se levantan de la mesa de juegos, primos reunidos en torno a la chimenea. Al lado de su propia chimenea (porque hay dos) está Sir Leicester. Al otro lado de la amplia chimenea está Milady sentada a su mesa. Volumnia, que es una de las primas más privilegiadas, está en una silla lujosa entre los dos. Sir Leicester contempla con un desagrado olímpico el colorete y el collar de perlas.
  • Arrojado al ancho mundo, condenado a siempre errar, ya no tiene ni una tierra, ni unos padres, ni un hogar.
  • Los primos se dispersan a los cuatro vientos, y el viento de invierno que sopla hoy hace que de los árboles al lado de la casa desierta caiga un chaparrón, como si todos los primos se hubieran transformado en hojas.
  • Hay que mantener la disciplina.
  • «Reza todos los días para que no caigan sobre tu cabeza los pecados de los otros». Yo no podía aclarar todo lo que me había caído encima, y pensaba que toda la culpa y toda la vergüenza eran mías, y que el castigo había caído sobre mí.
  • ¡Qué cosa más deliciosa, más estimulante, más llena de poesía! En los viejos tiempos, los bosques y las soledades se alegraban a los ojos del pastorcillo gracias a las melodías y las danzas imaginarias de Pan y de las ninfas.
  • Los pájaros cantaban deliciosamente, y resultaba exquisito ver cómo brillaban los helechos, la hierba y los árboles.
  • Jamás levantaré mi voz en pro de la destrucción de toda una clase de hombres.
  • Aquella noche no tuve el valor de ver a nadie. Ni siquiera tuve el valor de verme a mí misma, pues temía que mis lágrimas pudieran constituir un pequeño reproche. Subí a mi dormitorio en la oscuridad, dije mis oraciones en la oscuridad, y me acosté en la oscuridad.
  • He hecho mucho camino, y durante muchas horas, y Vine a la casa con dos objetos. Primero para ver a mi niña, si podía, una vez más —pero sólo para verla—, no para hablar con ella ni para que se enterase de que estaba cerca. El otro objeto era escapar a la persecución y perderme. Que no se culpe a la madre por lo que ha hecho. La ayuda que me ha prestado la concedió cuando le aseguré que era por el bien de mi niña.
  • Hay que recordar a su hijo muerto. El consentimiento de los hombres fue comprado, pero la ayuda de ella fue gratuita sé que pronto voy a morir. ¡Qué calles! No quiero más que morir, pero se me ha permitido no tener que añadir ese pecado al resto de los míos. El frío, la lluvia y el cansancio son causas suficientes para que se me encuentre muerta, pero moriré por otras causas, aunque éstas no son las que me hacen sufrir. Era lógico que todo lo que me había sostenido cediera de golpe y que yo muriese de terror y de mala conciencia.
  • He hecho todo lo que podía por perderme. Así se me olvidará dentro de poco y lo deshonraré a él lo menos posible. No tengo nada por lo que se me pueda reconocer. Ahora dejo este papel. El lugar donde voy a yacer, si puedo llegar hasta allí, es algo en lo que he pensado muchas veces. Adiós. Perdón.
  • Señor mío, son ovejas; meras ovejas. A donde vayan las dos o tres primeras, siguen las demás.
  • Antiguas bellezas con gargantas como esqueletos y mejillas sonrosadas que tienen un brillo fantasmal cuando se las ve a la luz del día, cuando de hecho esos fascinantes seres parecen la Muerte y la Dama fundidas en una sola figura, deslumbran los ojos de los hombres.
  • Aunque me halle en este lugar por algo que no es directamente culpa mía, entiendo muy bien que si no me hubiera hecho un vagabundo en mi juventud, no habría ocurrido esto.
  • ¡Qué horrible recordar, quizá, que a veces había incluso deseado que desapareciera aquel anciano al que tan repentinamente habían quitado la vida!
  • Yo podía verle la cara y oírle la voz, y sentir la influencia de su estilo amablemente protector, en cada línea.
  • Me has cambiado mucho, mujercita, desde aquel día de invierno en la diligencia. Desde entonces hasta ahora me has hecho muchísimo bien.
  • Todos nos hemos equivocado alguna vez.
  • Ya está alta la luna, y la gran casa, que necesita más que nunca estar habitada, es como un cuerpo sin vida. Ahora resulta incluso terrible deslizarse por su interior, pensar en los seres vivientes que han dormido en sus solitarios dormitorios, por no decir nada de los muertos.
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