miércoles, 9 de diciembre de 2015

Caballo de Troya 3 Saidan - J. J. Benítez.

Calificación: 4 estrellas.



Mi Opinión: 

En esta tercera entrega J. J. Benítez  divide el libro en tres partes.

La primera es la búsqueda de la segunda parte del diario que dejo el mayor, en esa búsqueda Benítez plasma en sus páginas las aventuras y desafíos por encontrar el documento, se enfrenta entre muchas otras cosas nuevos enigmas que hacen que el autor supere sus limites.

La segunda parte del libro se narra las nuevas apariciones de Jesús resucitado, los ahí presentes le realizan diferentes preguntas, las respuestas de Jesús están llenas de sabiduría y sentido común.

En la tercera parte del libro se es relatada la niñez de Jesucristo, cuando el lector llega a este punto todo cobra un sentido lógico, el lector se da cuenta que Jesús era un niño como cualquier otro, inquieto, travieso, con gustos hacia la lectura y la música, uno se puede sorprender lo adelantado que Él estaba a su época, haciendo preguntas que la ciencia de ese tiempo no podía responder, sin duda un Jesús completamente diferente a lo que nos quieren vender en los evangelios. Las críticas que se le hacen a las religiones actuales son fuertes, directas y ofensivas para aquellos creyentes que no están dispuestos a tener un criterio y pensamiento diferente, aunque es verdad, de los tres libros de Caballo de Troya este fue el que a mi parecer fue el más lento sin dejar de ser interesante, los Caballo de Troya te pueden dejar pensando sobre todo lo que crees o lo que creías, en lo personal el mensaje es claro, Dios no solo se encuentra entre 4 paredes y un techo.

Reseña: 

En esta tercera parte del diario del mayor USA que "viajó" a la Palestina de Cristo, el lector, entre otras fascinantes sorpresas, encontrará la respuesta a una de las grandes incógnitas de la vida del Hijo del Hombre: su infancia. "Algo" que los evangelistas silenciaron, privándonos de una perspectiva más auténtica sobre la más grande figura de la Historia. Nadie, hasta hoy, había tenido la audacia suficiente para atreverse a narrar, paso a paso, cómo fueron esos primeros años de la encarnación humana del Hijo de Dios. Una vida tan inquietante, alegre, dolorosa e intensa como la de millones de seres humanos. ¿Podía imaginar, por ejemplo, que Jesús vivió más de dos años en Alejandría? ¿Sospechó alguna vez que Jesucristo era amante de la música y del dibujo? ¿Qué ocurrió realmente, a sus doce años, en el templo de Jerusalén? 
Saidan. Caballo de Troya 3, además, le ofrece una singular narración de las apariciones de Jesús en el lago Tiberíades, así como una desconcertante descripción de su "cuerpo glorioso". Como escribe J.J. Benítez en esta nueva y polémica obra, "si sus principios religiosos se hallan definitivamente cristalizados y no se siente con fuerza para evolucionar, por favor, no lea Saidan. Caballo de Troya 3".

Citas:

  • Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: “¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es esta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos?”
  • El estudio, apasionante, alcanza cotas inimaginables, sólo comprensibles para aquellos que conocen los misterios.
  • Algo oculto que no lograba descifrar. Y por enésima vez en aquellos meses, a la vista del estéril paso de los días, caí en otro oscuro período de desaliento.
  • Sinceramente, después de quince años de infatigables correrías por el mundo, entiendo que he visto y sufrido más, incluso, de lo aconsejable.
  • Fue inevitable. Mi corazón presentía algo. Y las palmas de mis manos comenzaron a gotear.
  • ¿Qué clase de bestia podría sobrevivir en una ciénaga así?
  • Sentí cómo los vellos de la nuca se erizaban. No tuve valor para moverme. Aquellas burbujas, las únicas que había observado desde que llegara a la cisterna, confirmaron las iniciales sospechas. Allí abajo habitaba o se movía algo…
  • ¡Algo se movía a mi espalda, pateando y arañando la bolsa de las cámaras! Era pesado y topaba violenta y anárquicamente contra mis riñones. El pánico bloqueó la garganta. No podía volverme. Ignoraba lo que se revolvía a mis espaldas y, aunque el instinto me ordenaba soltar una de las manos y defenderme, la posibilidad de resbalar y precipitarme en las aguas fue más poderosa. En aquellos eternos segundos noté cómo el animal se asomaba al filo de la bolsa, desequilibrándome. Y, ciego por el pánico, comencé a agitarme, balanceando el equipo a derecha e izquierda con histérica desesperación.
  • En segundos me había transformado en un loco salvaje e irracional, dominado por el pavor.
  • Busco algo que no he sabido descubrir.
  • Nunca he conseguido comprender mis locas contradicciones…
  • Acababa de aprender algo importante: a no abrir la boca y a escuchar.
  • —En cuestión de minutos— al desconcierto y a la expectación.
  • Mi vista y mi corazón quedaron atrapados en la dulce y al mismo tiempo burlesca expresión del rojizo rostro.
  • ¡Qué ajenos eran mis objetivos a los de aquella humanidad!
  • «Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino.»
  • En cuanto a las parcas indicaciones de los cada vez más escasos transeúntes, sólo contribuyeron a marearme, hundiéndome en callejones fétidos y tenebrosos, poblados de gatos y sombras furtivas.
  • La tela de araña de los servicios de Información seguía cubriéndome, invisible y certera.
  • Hoy, sinceramente, me arrepiento de la locura cometida.
  • Creo no equivocarme cuando digo que, en general, un sincero e intenso gesto de esta índole abre muchas puertas; sobre todo las de la amistad.
  • La ignorancia es osada.
  • La aparente frialdad de aquella despedida me sumió en una dolorosa melancolía. ¿Volvería a verle? A pesar de las apariencias, siempre seré un sentimental…
  • Disponen de otros «medios» —infinitamente más eficaces— para salirse con la suya.· En el tiempo que necesité para alejarme tres o cuatro manzanas, un tétrico filme de muy posibles y más que justas represalias desfiló por mi mente. El desliz podía costarme caro.
  • Cuanto más tiempo permaneciera arropado por extraños, más sólida era la probabilidad de escapar indemne de las garras de mis invisibles controladores.
  • No he venido al mundo para recibir premios.
  • Lamentablemente estamos limitados.
  • No pierda de vista que la Verdad, como el más valioso de los diamantes, tiene mil caras.
  • Yo he sido un simple instrumento.
  • En Mateo (XXV, 9), Jesús, al hablar de las vírgenes necias y prudentes, hace alusión, muy probablemente, a los monopolei. Tanto en Israel como en el resto del Imperio, estos mayoristas gozaban de una situación económica privilegiada. En sus diplostoon depositaban toda clase de mercancías, ejerciendo un especial control del tráfico de grano. En Roma, por ejemplo, estos judíos se asentaron cerca del río Tíber, lugar obligado para el atraque de los barcos de trigo.
  • La casta sacerdotal no descansaría hasta aniquilar el blasfemo e incómodo movimiento que había encabezado el rabí.
  • Y el Maestro, volviéndose hacia mí, me sonrió. Caminó despacio hacia la penumbra, desapareciendo frente al muro por el que le habíamos visto surgir. Simplemente, se esfumó.
  • El sol ascendía majestuoso sobre los violáceos cerros de Moab, al sureste.
  • La vida me ha enseñado a ocuparme de las cosas, una a una y en el momento justo.
  • La ciudad del valle inferior del Jordán, a mil metros por debajo de las colinas que rodean Jerusalén, podía sentirse orgullosa. El verde y próspero «océano» vegetal sobre el que se asentaba atraía a cientos de comerciantes y ricos propietarios de la Judea que, al igual que el rey Herodes, se mostraban orgullosos de poseer una finca de recreo en el suave e inalterable clima del oasis.
  • A pesar de las enseñanzas y de la posible resurrección de Jesús, los íntimos necesitarían de un prolongado proceso de cambio y maduración para llegar a ser los dóciles y pacíficos apóstoles que, años más tarde, no dudarían incluso en sacrificar sus vidas en beneficio de la evangelización de los hombres. Creo sinceramente que, en estos dos mil años, los cristianos han sublimado la imagen individual y colectiva del cuerpo apostólico, elevándola a una categoría que no corresponde a la realidad.
  • Una fuerte sacudida estremeció la estructura, al tiempo que la lluvia, racheada e intensa, nos dejaba a ciegas.
  • La veintena de kilómetros de marga y caliza sedienta y resquebrajada del desierto de Judá se había transformado en un vasto vergel.
  • A nuestros pies se abrió el mítico «jardín de Guinosar»: un valle de casi 7 kilómetros cuadrados donde no fue posible descubrir un solo palmo de tierra sin cultivar. Era un auténtico vergel, colmado de nogales, palmeras, olivos, higueras y cientos de medianos y pequeños huertos, abundantemente regados por tres ríos que descendían de la cordillera noroccidental (los llamados «montes de Galilea»)
  • El viento golpeó fuerte por estribor, haciendo sonar, por primera vez, los avisos de pérdida.
  • Los excepcionales constructores romanos habían dado muestra de su pericia y buen hacer.
  • Como es bien sabido, una nave espacial crea a su alrededor un campo gravitatorio que, aunque no excesivamente intenso, se ve incrementado en determinadas regiones del espacio.
  • Imitaban el rítmico vocerío de los remeros o el ulular del viento y el fragor de supuestas tempestades.
  • —La fuente pública de Saidan— era uno de los puntos de reunión, de chismorreo y de transmisión de noticias entre los vecinos de la aldea. Un auténtico «mentidero» oficial donde, a cualquier hora del día, uno podía codearse con matronas, pescadores u operarios de los secaderos de pescado que acudían a llenar sus cántaros y odres. Todo un «centro social» en el que nada ni nadie pasaba inadvertido.
  • Aturdido e impotente ante tanta miseria y crueldad.
  • El hombre del siglo XX, en su soberbia, cree haber alcanzado el límite de la comodidad y de la perfección cuando, en realidad, todo, o casi todo, está inventado.
  • En el fondo y en la forma, los juegos infantiles apenas si han cambiado con el paso de los siglos.
  • Los saludé, deseándoles paz, pero no obtuve respuesta.
  • «Entretenida el hambre» y dolidos en su amor propio, los hombres reemprendieron la faena.
  • Al verme en el umbral, Salomé y la Señora abandonaron las compresas de agua fría que administraban sobre la frente del enfermo y, con vivas muestras de alegría, me besaron en las mejillas, deseándome paz. Aquel gesto me reconfortó, devolviéndome la seguridad.
  • «Sirio: mi ángel guardián… Carina: hoy al sur, recordándome mi tiempo… Orión: quizá mi verdadera “patria”…»
  • En plena luna nueva, el firmamento se precipitó sobre el lago, cargado de estrellas y constelaciones.
  • Al mencionar al rabí sus ojos se clavaron en las ondulantes llamas. Me pareció percibir una sombra de tristeza.
  • Aproveché su excelente disposición y, dulce y sigilosamente, le conduje al «terreno» que me interesaba.
  • Esos hombres de las estrellas deben ser mejores que nosotros.
  • Guardó silencio, distraído por el súbito, negro y geométrico vuelo de unos madrugadores murciélagos.
  • No existe nada más desprendido y justo que el verdadero amor.
  • —Dijo que llegaría a vivir lo suficiente como para ser un «poderoso mensajero del reino».
  • En «nuestro mundo», a pesar de sus comodidades y de la mayor información de los padres en general, los hogares dejan mucho que desear.
  • Cuando te cases y tengas tus propios hijos, asegúrate de que tu amor esté siempre aconsejado por la sabiduría y guiado por la inteligencia.
  • Quizá estaba siendo víctima de una alucinación visual. Cerré los ojos, pero, al abrirlos, la «luz» seguía allí, desplazándose con lentitud hacia la eclíptica. ¿Una «virgínida» rezagada? Evidentemente, no. Su «comportamiento» no guardaba relación con las fulgurantes y oblicuas trayectorias de los meteoros o meteoritos. Su luminosidad, además, no coincidía con las estelas verdiamarillentas de las estrellas fugaces que habíamos contemplado poco antes. «Esto» era blanco. Un punto de luz definido —sin cola— y de un brillo bastante similar al de la anaranjada estrella Alphard (2m.2.), de la que, justamente, lo había visto partir. Fuera lo que fuese se movía a gran altura y con una cadenciosa oscilación lateral.
  • Ciertamente, las familias disfrutan hoy de una libertad como jamás la hubo. Esa libertad, sin embargo, no obedece ni está generada por el amor. No la motiva la lealtad ni la dirige la inteligente disciplina de la sabiduría.
  • Desearía abrir el alma y que cada cual pudiera ver y sentir como yo lo hice.
  • Era como si alguien —persona o animal— me acechara.
  • —Hay realidades que difícilmente podrán ser probadas por la ciencia o por las deducciones de la razón pura.
  • Lucha por la fraternidad entre los humanos. Lucha por la tolerancia y por la justicia. Lucha por los débiles.
  • —No pretendas atrapar lo que todavía es invisible a tus ojos de mortal.
  • —La correa de hierro de la verdad, que vosotros calificáis de invariable, os mantiene ciegos en un círculo vicioso. Técnicamente se puede tener razón en los hechos y, sin embargo, estar eternamente equivocados en la Verdad.
  • La muerte, hijo mío, es sólo una puerta. No temáis cruzarla.
  • —Vosotros os empeñáis en apagar la «luz» que late en cada uno de los corazones y que fue depositada ahí, precisamente para vencer el miedo. Si los hombres oyeran la «voz interior», nadie temería ese paso.
  • No midas a nuestro Padre Universal con la vara de los hombres. Ni confundas la religión de la autoridad con la del espíritu. Algún día, todos los mortales comprenderán que sólo la carrera de la experiencia y de la búsqueda personal es digna de la «chispa» divina que os alimenta a cada uno de vosotros. Hasta que las razas no evolucionen, el mundo asistirá a esas ceremonias religiosas, infantiles y supersticiosas, tan características de los pueblos primitivos. Hasta que la Humanidad no alcance un nivel superior, reconociendo así las realidades de la experiencia espiritual, muchos hombres y mujeres preferirán las religiones autoritarias, que sólo exigen el asentimiento intelectual. Estas religiones de la mente, apoyadas en la autoridad de las tradiciones religiosas, ofrecen un cómodo cobijo a las almas confusas o asaltadas por las dudas y la incertidumbre. El precio a pagar por esa falsa y siempre provisional seguridad es el fiel y pasivo asentimiento intelectual a «sus» verdades. Durante muchas generaciones, la Tierra acogerá a mortales tímidos, temerosos y vacilantes que preferirán este tipo de «pacto». Y yo te digo que, al unir sus destinos al de las religiones de la autoridad, pondrán en peligro la sagrada soberanía de sus personalidades, renunciando al derecho a participar en la más apasionante y vivificante de todas las experiencias humanas: la búsqueda personal de la Verdad y todo lo que ello significa…
  • —Pero las religiones y algunas iglesias predican la salvación y la condenación…
  • Y a partir de hoy, búscate en lo más íntimo de tu mente.
  • Una ola de vergüenza me hizo bajar los ojos.
  • El sentido de salvación por el sacrificio está arraigado en el egoísmo.
  • —La tendencia al vicio puede ser hereditaria.
  • Jesús sabía leer muy bien en los corazones de aquellos hombres.
  • Los auténticos creyentes no se preocupan del posible y futuro castigo a sus errores.
  • Sinceramente, no tenemos respuesta. Éste es uno de esos momentos en los que la Ciencia debe admitir con humildad que «no conoce, no sabe, no comprende…
  • —…No te ocupes más del dinero.
  • No olvidéis que vuestros conocimientos son finitos y que toda comprensión, por parte de las criaturas mortales, es relativa. Cualquier información, incluso la que procede de fuentes elevadas, sólo es relativamente completa, localmente exacta y personalmente verdadera. Sólo eso. Los hechos físicos pueden ser uniformes, pero la verdad es una realidad viva y flexible en la filosofía del universo. Las personas que evolucionan como vosotros lo estáis haciendo ahora sólo son parcialmente sabias y relativamente verídicas en sus mensajes. Sólo pueden tener certidumbre en los límites de su experiencia personal. Algo que puede parecer cierto en un lugar, puede ser relativamente verdadero en otro segmento de la creación. La verdad divina, la verdad final, es uniforme y universal. La historia de las criaturas espirituales, tal y como es contada por numerosas individualidades originarias de esferas diversas, puede cambiar a veces en los detalles. Esto obedece a la relatividad en la plenitud de sus conocimientos y de su experiencia personal, así como a la extensión y amplitud de esa experiencia…
  • Nada en el reino de nuestro Padre es causa del azar. Ni siquiera un beso…
  • Allí donde sois devueltos a la verdadera vida, las limitaciones que os acosan aquí abajo no tienen sentido. Allí sentiréis otra clase de hambre. Otra clase de sed. Otra clase de sentimientos y necesidades. Os lo repito: no os atormentéis. Ahora es muy difícil que el hombre mortal pueda alcanzar las estrellas. Debe bastaros saber que están ahí y que, en su momento, no sólo las estrellas formarán parte de vuestro conocimiento.
  • Las religiones formalistas tienden a la fijación de las creencias y a la cristalización de los sentimientos; fosilizan la Verdad; se desvían del servicio de Dios al de la iglesia; luchan entre sí y entre los hermanos, en nombre del amor, propiciando las sectas y las divisiones; establecen autoridades eclesiásticas opresivas; conducen al nacimiento del falso estado mental aristocrático de «pueblo elegido»; mantienen ideas falsas y exageradas sobre la santidad; se tornan rutinarias y petrificadas y terminan venerando el pasado, ignorando las necesidades del presente.
  • En verdad os digo que no se puede percibir la realidad espiritual si antes no se ha sentido por la experiencia.
  • El Creador rehúsa ejercer una prepotencia en el libre arbitrio espiritual de sus criaturas materiales y, mucho menos, forzarlas a la sumisión…
  • Llegará el día en que los hombres olvidarán rencillas y oscuros intereses.
  • Yo no vine al mundo a crear iglesias.
  • Vuestro destino es la luz. Y nadie os arrebatará ese derecho. Entonces, sólo entonces, hallaréis la paz. Para llegar a eso debéis aprender primero a gozar de los privilegios sin abusar de ellos, a disponer de la libertad como de un delicado recipiente de cristal que conviene manejar con delicadeza y a poseer el poder, rehusando utilizarlo para ambiciones personales. Tales son los indicios de una «Humanidad avanzada»
  • — ¿Qué podíamos decirles que tú no sepas? Sencillamente: que Jesús era el «hijo de la Promesa»
  • Nacería en Jesús un vivo interés por las costumbres de otros pueblos lejanos.
  • Herodes el Grande, fallecido a los setenta años, dejó una numerosa y confusa prole, fruto de sus diez esposas e incontables concubinas. Uno de estos hijos fue Arquelao, nacido de su unión con Maltace. El cadáver de Herodes el Grande fue trasladado con gran pompa desde Jericó a la fortaleza Herodium, al sur de Jerusalén, y allí, según parece, fue sepultado en un féretro dorado. Ese mismo día, el canciller del tesoro y conservador del gran sello, Ptolomeo, hizo público el testamento del tirano. Los sucesores eran tres de sus hijos más jóvenes: Arquelao heredaba la Judea, Herodes Antipas —el «viejo zorro» que años más tarde trataría de interrogar a Jesús— fue designado tetrarca de la Galilea y de la región de la Perea, al este del Jordán, y, por último, Filipo se llevó los territorios del este y noreste del lago de Tiberíades. Arquelao, finalizados los funerales por su padre, se dirigió a Jerusalén, donde ofreció sacrificios en el templo. Y allí se encontraría con un pueblo excitado, ansioso de justicia por los asesinatos del fallecido Herodes el Grande y exigiendo una reducción de los impuestos y demás cargas tributarias. Arquelao, temiendo una revuelta, envió a sus leales tropas de mercenarios al templo, cargando contra la multitud. En la refriega fueron acuchillados tres mil peregrinos y vecinos de la Ciudad Santa. La fiesta de la Pascua fue suspendida, y a partir de aquella carnicería, el sucesor de Herodes fue tan odiado como su antecesor. Arquelao debía viajar a Roma para confirmar su título de rey, y al llegar a la presencia de Augusto, se encontró con que su hermano Antipas, su tía Salomé y otros miembros de la familia le disputaban el trono. El pueblo aprovechó la ausencia del también «odiado edomita» y se alzó contra la tiranía de la familia herodiana. El legado romano en Siria, Publio Quintilio Varo, responsable de la paz en Judea, envió una legión a Jerusalén, al tiempo que, por mandato del emperador, Sabino era designado gobernador y comisionado a la Judea para velar por los intereses romanos, en ausencia de Arquelao. El tal Sabino se instaló en la fortaleza Antonia, al noroeste del templo, pero, nada más llegar, robó la cámara del tesoro, organizando un régimen de terror. Coincidiendo con la fiesta judía de Schawuot —de la cosecha—, los peregrinos se amotinaron y los mercenarios romanos irrumpieron en el santuario (el peor delito que podía cometerse contra los judíos), incendiando los pórticos que rodeaban el templo y, como digo, saqueando el tesoro. El nuevo gobernador recibiría la bonita suma de 400 talentos (el talento hebreo —posterior al cautiverio de Babilonia— equivalía entonces a algo más de 1.200 dólares. Cuatrocientos talentos en oro, por tanto, venían a suponer alrededor de medio millón de dólares de 1973). Pero la ira del pueblo era incontenible y los romanos retrocedieron hasta Antonia, donde quedaron aislados. La revuelta se extendió pronto a todo el país. En el norte, en la Galilea, la patria de los zelotes, uno de los más populares rebeldes —Judas el Galileo— reuniría una serie de guerrillas, acosando sin tregua a los romanos. En el este se levantaría Simón, un antiguo esclavo de Herodes, autonombrándose rey. La sangre y el fuego asolaron pronto Israel. Athronges, un pastor de fuerza casi mitológica, revestido también de la diadema real y acompañado de sus cuatro hermanos, se lanzó contra los romanos, consiguiendo destrozar toda una cohorte romana en Emmaüs. Varo envió dos nuevas legiones y la Galilea fue arrasada, incendiando Séforis, la capital. La mayoría de sus habitantes, partidarios del patriota Judas ben Ezequías, fue vendida como esclavos. Las legiones de Varo pasarían a cuchillo a la población de Emmaüs, incendiando la aldea. Por fin consiguen entrar en Jerusalén, poniendo fin al asedio a la fortaleza Antonia. La venganza de Roma sería cruel. Decenas de pueblos fueron calcinados y más de dos mil guerrilleros, crucificados y expuestos en los cruces de los caminos. Sólo cuando la rebelión quedó sofocada, Augusto se decide a resolver el espinoso asunto de la sucesión de Herodes el Grande. Una embajada judía llega entonces a Roma y el emperador convoca una asamblea en el nuevo templo de Apolo, en el Palatino, dejando que hablen todas las partes en litigio. Los representantes del pueblo judío piden la autodeterminación para Judea, con una constitución republicana y siempre bajo la tutela de un gobernador romano. Pero Augusto termina por confirmar el testamento de Herodes: Arquelao recibiría la Judea, aunque no con el título de rey, sino como etnarca. También Samaria e Idumea, al sur, serían para el nuevo tirano. Las prudentes recomendaciones del emperador, sugiriendo a Arquelao que gobernase con moderación, serían olvidadas nada más pisar Jerusalén. Digno hijo de su padre, el etnarca hace y deshace, creando un clima de terror. Años más tarde, otra embajada judía viaja de nuevo a Roma, presentando sus quejas a Augusto. Y éste decide destituir a Arquelao, desterrándolo a las Galias, tal y como sucedería años después con su hermano Antipas, bajo el mandato de Calígula. Era el año 6 después de Cristo. José, a la vista de este «historial policial» de Arquelao, estuvo muy acertado al elegir la Galilea como sede definitiva para su familia.
  • Hace dos mil años, la concepción del universo y de sus leyes resultaba extremadamente rudimentaria y confusa para la mayoría de los seres humanos. Y los judíos no eran una excepción.
  • El hombre tenía mil demonios a su izquierda y diez mil a su derecha.
  • «Si posees el saber —, lo tienes todo; si no tienes el saber, no posees nada.»
  • « ¿Por qué Dios hizo la Creación en seis días? Eso es imposible —argumentaba con razón—. Mi padre José necesita un mes para construir una casa…»
  • Esa maravillosa oportunidad de relacionarse con hombres de toda condición aceleró su proceso de maduración, transformándole, poco a poco, en un Hombre abierto y tolerante.
  • «Ha llegado la hora. Ya es el momento de que empieces a ocuparte de los asuntos de tu Padre.»
  • El «jefe», a pesar de su corpulencia, sentía un rechazo natural por la violencia.
  • ¡Oh, Jerusalén…, Jerusalén! ¡Qué esclavos sois, sometidos al yugo romano y víctimas de vuestras propias tradiciones! ¡Pero volveré para purificar este templo y liberar al pueblo de esta esclavitud!
  • La ceguera y pobreza espirituales de un pueblo, esclavizado por sus propias tradiciones y por las legiones romanas.
  • Llegué a pensar que desvariaba o que algún demonio maligno le tenía poseído.
  • Qué angustia cuando amas a un hijo y no logras descifrar sus inquietudes!

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