Calificación: 1 Estrellas
Mi opinion:
¡Un salvaje terror!, exclama la portada. En fin, ya será menos. Me encantan estas frases exageradas, casi alucinógenas en su exacerbación del contenido del libro.Alucinógenas porque por desgracia rara vez coinciden con lo que de verdad hay en el interior. En esta ocasión, ni el dibujo atina: las víctimas de esta fiebre tan curiosa no atacan con cuchillos, sino con uñas y dientes, literalmente. ¿Parece salvaje? En la portada también así se nos indica. Pero de eso nada. Esto es terror para aquellos que después desean dormir sin pesadillas. Bueno, yo también quiero eso, entendedme, pero no en un libro.
En un pueblecito norteamericano, uno de esos que tan bien conocemos gracias a todas esas purulentas películas de terror (o no) que nos hemos tragado a lo largo de los años, se desata un virus que contagia sólo a las mujeres y las transforma en seres inhumanos ávidos de sangre. Pero ojo: sangre de machote humano, nada de hembras. Las mujeres unidas entre sí y convertidas en el martillo aniquilador de su pareja sexista.
No hubiera estado mal que la buena de Shelley Hyde (seudónimo bajo el que se oculta la escritora Kit Reed) desatara su ira contra el macho arrogante de la especie con una dosis de desaforada mala leche. Pero de nuevo no. Y mira que la cosa no empieza mal, mostrando a un grupo de hombres con comportamientos, por decirlo así a lo suave, machistas machacando psicológicamente a sus parejas como quien hace lo contrario: esto es, en el nombre del amor se cometen abusos inconcebibles en otros ámbitos. Y con la suficiente inteligencia en su discurso como para no mostrar a todos los hombres de la misma forma, lo cual da credibilidad y fuerza a su relato: al no ser todos los hombres despreciables, la furia desatada dolerá porque no hace distinciones.
Sin embargo, la Hyde apunta esto pero pronto lo olvida, bien porque no le interesa, bien porque hay que reconocer que como escritora pues no da para mucho, la verdad. Por una parte se pierde una historia que podría haber resultado, cuando menos, salvaje en serio. Pero por otra, hay que reconocer que precisamente por asumir su corto alcance creativo Shelley Hyde acaba por darnos un relato cuando menos entretenido. Al menos a ratos.
Hay que dejar clara una cosa: que huyan como de la peste todos aquellos que esperen encontrar algo de literatura aquí. El estilo de la Hyde alcanza cotas de poesía equiparables a las de la guía telefónica. Pero sabe cómo engarzar su relato y mostrarlo interesante. Al menos si uno hace como que no ha leído los artículos de periódico (la acción avanza en ocasiones con la técnica de incluir supuestas noticias de periódico que resuelven, o eso se intenta, los problemas cuando la acción se estanca) que la autora redacta dando muestras de una aguda artritis cerebral. Si la intención era hacer burla del estilo periodístico, no está mal. Si la intención era imitarlo, consigue empeorar el modelo, que ya son ganas. La novela avanza al ritmo justo para no aburrir y, consciente de sus limitaciones, sin detenerse en alardes psicológicos. Sus personajes son simples estereotipos que hablan como se suponen que deben hablar a quienes representan. Y representan poco, creedme. Total, importa poco si lo que queremos es la dichosa fiebre de sangre descrita con detalle, ¿no?
Y la narración comienza con unas páginas que prometen: una pelea animal entre un matrimonio, ella ya contagiada. Venga, para qué empezar con otra cosa si esto es lo que hay. Y por eso es de agradecer la actitud de la autora: en esto, amigos, no hay engaño. Los problemas llegan cuando, ¡ay!, ni aquí es capaz de llegar muy lejos. Las páginas más brutas acaban resultando un poquito como de gacetilla dominical de la iglesia de la esquina. Todo acaba resultando contenido en exceso, la fiebre es más bien constipado y la sangre corre, sí, pero esterilizada. Si no hay creación de atmósfera, ni tensión, ni deseo de mostrar el horror en su verdadera amplitud, sino tan sólo hilvanar un relato gore sin muchas complicaciones, el resultado no puede ser tan aséptico. Más aún cuando, en su tramo final, a la Hyde se le notan las prisas por terminar y lo cierra todo de cualquier manera. Vale, tampoco es que hubiera gran cosa por cerrar, pero si su único mérito era cierta capacidad de medir la progresión de la historia, ni en esto acaba por conseguir el aprobado al finalizar con tanta urgencia.
Reseña:
En una pequeña y pacifica ciudad norteamericana, de pronto, sin previo aviso, algo brutalmente mortal empieza a actuar… y todos los hombres pueden temer por sus vidas. Es algo insidioso, oculto, que se desliza por entre las calles flanqueadas de árboles y se escurre por debajo de las puertas ay ataca a las mujeres… sólo a las mujeres… convirtiéndolas en algo deshumano, poderoso y asesino. Esta es la terrible lucha que tienen que emprender los habitantes de la ciudad de Broughton cuando se desencadena la FIEBRE DE SANGRE.
Citas:
- En el primer momento no se dio cuenta de que ella iba armada.
- Convertida en u perverso e irrazonable animal, inflexible y porfiado, con la muerte en sus ojos, sangre en sus labios y nada en su mente, excepto una inexorable ansia de matar.
- Sé que es una locura, jefe, pero puede que esté diciendo la verdad.
- ¿Cómo puede odiarse tanto la gente?
- Ambos sabían que ella era la más inteligente, la mejor en su trabajo, mucho más complejo y exigente que el trabajo de él como agente de la propiedad inmobiliaria.
- Si él hubiese llamado a la policía o al hospital, probablemente habrían acudido con medios para inmovilizarla y pistolas tranquilizadoras.
- Sea lo que sea, es un consuelo que no haya afectado a los demás animales.
- Se sentía deprimido por la grisácea loncha de carne asada, las blancas patatas, los pensamientos que no dejaban de dar vueltas en círculos cada vez más cerrados en su mente.
- Sin embargo, falta aún mucho tiempo antes de que cualquiera de nosotros llegue allí. Y tenemos que hacer algo para sostenernos a lo largo del camino.
- Puede haber sido atacada salvajemente, abandonada por muerta por la misma cosa que había atacado a Carleton y a la chica Peterson.
- Uno tiene que saber algo, encontrar algún tipo de relación, antes de poder establecer correlaciones.
- En estos momentos no es un reportero; tan sólo es un chiquillo asustado.
- Aunque no se sabe mucho al respecto, se advierte a los residentes que permanezcan dentro de sus casas.
- Al menos los pobres padres sabrían.
- Se tratada de matar o morir, padre.
- Es curioso cómo las emergencias sacan a relucir los niños consentidos que hay en nosotros.
- Los chicos necesitan aprender a utilizar sus mentes.
- Y cuando se presentara la ocasión mataría.
- No, no tires de la cadena hasta que sepas lo que ocurre.
- Temblando, enloquecido por la culpabilidad y el alivio.
- Las sobrevivientes retrocedieron bajo el fuego hasta un punto donde el olor masculino dejó de enloquecerlas y regresaron a su errabundo vagar y entrechocar, trazando círculos sin pensamiento ni voluntad, en una extraña e incesante inquietud.
- La única forma de exterminar un virus es exterminar a quien lo lleva.
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