domingo, 8 de mayo de 2016

Caballo de Troya 8 Jordán - J. J. Benítez.

Calificación: 5 estrellas.


Mi Opinión:

No es fácil describir los siete anteriores volúmenes de la serie Caballo de Troya, nadie, hasta hoy, ha narrado con tanto detenimiento el supuesto bautismo de Jesús de Nazaret. 
Como ya se ha mencionado anteriormente, se omitieron algunos pasajes de la vida de Jesús, hechos que pudieron cambiar por completo los evangelios y la religión como la conocemos. 

En Caballo de Troya podemos conocer más a fondo sobre Elías, considerado como el rudo y aventurero profeta que había aparecido en escena hacía casi novecientos años. Su historia, aunque sujeta a infinidad de leyendas, era bien conocida por los judíos. Todos lo consideraban el «brazo armado de Dios» y el que retornaría, a no tardar, para anunciar la era del Mesías Libertador. 
En la fiesta de la Pascua, los hebreos colocaban una copa de vino sobre la mesa, en recuerdo de Elías, y abrían la puerta, simbolizando así la inminente llegada del que degolló personalmente a más de cuatrocientos profetas y sacerdotes de los dioses Baal y Asera. Elías, para muchos, era el responsable de separar a los puros de los impuros, a la hora de entrar en el reino de dios. en la época de Jesús, Elías seguía siendo un héroe.

Datos precisos como la biodiversidad que existia en la época hacen interesante la lectura, como por ejemplo: En ese tiempo las drupas del nogal (En botánica una drupa es un fruto monospermo de mesocarpo carnoso, coriáceo o fibroso que rodea un endocarpo leñoso (“carozo”, a veces llamado “hueso”) con una sola semilla en su interior. Estos frutos se desarrollan de un único carpelo y en su mayoría de flores con ovarios superos.) Eran muy apreciadas. De las cáscaras y de las hojas obtenían tintes y un barniz especialmente atractivo a la hora de pintar muebles y maderas (nogalina).

Lamentablemente la biblia se ha caracterizado por ser misógina, pero Jesús de Nazaret elevó a la mujer a la altura del varón, ganándose con ello la crítica general. Aunque no todos eran tan agresivos y radicales con el sexo femenino, la sociedad judía, evaluaba a las mujeres como un bien menor, al que convenía acostumbrarse. Era una sociedad machista, permitida y alentada por el propio Dios del Sinaí, la mujer, estaba considerada como una criatura inferior y perversa, la mujer era algo negativo porque fue creada a partir de una de las costillas del costado izquierdo de Adán. Los doctores de la Ley de Moisés aseguraban que Dios creó los cielos con la mano derecha y la Tierra con la izquierda. Así aparece en el Génesis y así fue escrito por el profeta Isaías.

Hoy sabemos que, en la reproducción, el hombre y la mujer desempeñan el mismo papel, hace dos mil años no era así.
Conocían bien los órganos genitales externos y también el útero, sabían qué función desempeñaban el pene y los testículos, pero lo ignoraban prácticamente todo sobre los ovarios.
Influenciados por la medicina persa y, muy especialmente, por la que se practicaba en la ciudad egipcia de Alejandría, los judíos representaban el útero según el modelo bicorne de las vacas, no tenían conciencia de la trascendencia del óvulo, ni imaginaban que el ovario, además, era el responsable de la fabricación de hormonas, vitales para la mujer.

Este desconocimiento mantenía al sexo femenino en una nebulosa situación, en la que sólo el papel del varón estaba claro. El semen, para aquella gente, era el único responsable de la aparición de la vida, lo importante es que entrara en el cuerpo femenino, no importaba por qué orificio… La deformación del pueblo en general, y de los sabios en particular, llegaba al extremo de considerar la menstruación como una señal de inferioridad, puesta ahí, cada veintiocho días, por el propio Yavé, bendito sea su nombre.

La sociedad juzgaba duramente a los hombres que carecieran de un testículo, para la sociedad, si llegaba a saberlo, esa persona dejaba de ser hombre y perdía muchos de sus derechos.

Por otra parte, la normativa judía era muy estricta, en lo que a la selección de sacerdotes se refiere, los candidatos eran investigados minuciosamente, cualquier anomalía física o psíquica invalidaba al aspirante.

Los judíos no creían en la reencarnación, tal y como interpretamos hoy el viejo concepto nacido en la India. Según cada grupo o secta, así creían, o no, en un juicio final y en la resurrección de la carne. Los saduceos, por ejemplo, negaban esa resurrección última. En cuanto al pueblo sencillo, la mayor parte se hallaba resignada a lo que parecía evidente: tras el beso del ángel de la muerte no hay nada. La ruach, o soplo de la vida, regresaba con el Eterno y el cuerpo, o hachar, se convertía en polvo. En cuanto a la inteligencia humana, algunos aseguraban que entraba en el seol, una región de tinieblas y de silencio, según Job y los Salmos; un lugar tan remoto que ni siquiera la cólera de Yavé podía alcanzarlo. Era el mundo de las refaim, o sombras. Es decir, el mundo de la nada, contrario a la existencia. Las sombras no hacían ni decían nada. El seol era tan inexplicable que ni siquiera bendecía a Dios.

No era una condena, pero tampoco una recompensa. Otros defendían el seol como un devorador de impíos, una especie de infierno, según Henoc, en el que los ángeles arrojaban a los malvados en cuerpo y alma y en el que se consumían en un fuego que no necesitaba leña, si, por el contrario, el difunto era honrado, el ángel proclamaba: Preparad un lugar para este justo. Ese lugar era el Paraíso, también llamado seno de Abraham; un lugar igualmente remoto, perdido entre los siete cielos, al que sólo tenían acceso los judíos puros y, en consecuencia, justos. En suma: la opinión de la sociedad judía de aquel tiempo se hallaba dividida.

Hayyot era un término utilizado para referirse a los vivientes que son descritos por Ezequiel y que, al parecer, se le presentaron en el río Kebar hacia el año 593 o 592 antes de Cristo. Tenían aspecto humano, pero con cuatro caras y cuatro alas cada uno. Para los sabios del tiempo de Jesús, las hayyot eran otra representación del Eterno; una de las más santas, y en la que los iniciados en el saber esotérico leían, incluso, las medidas antropomórficas de Yavé.

Existen muchos datos más en este libro, pienso que después de 8 libros leídos de Caballo de Troya es una colección que no debe faltar en la estantería de los lectores, en definitiva, una época salvaje repleta de mitos e ignorancia, la cual volvía aún más

Reseña:

Una nueva entrega de la mítica serie Caballo de Troya. Si no es fácil describir los siete anteriores volúmenes de la serie «Caballo de Troya», la octava entrega Jordán supera todo lo imaginable. No se esfuerce. Su imaginación se quedará corta. En Jordán, usted quedará atrapado, y arrastrado por las sorpresas. Nadie, hasta hoy, ha narrado con tanto detenimiento el supuesto «bautismo» de Jesús de Nazaret. Nadie se había atrevido a relatar, con semejante crudeza, lo que pudo ocurrir en aquella histórica jornada, en uno de los afluentes del río Jordán. ¿Sabía que el Maestro nunca se retiró al desierto, y que no fue tentado por el diablo? Nunca, tanto, le parecerá tan poco.


Citas:

  • No te dejes sorprender. Tienen delatores en todas partes…
  • Beberás del río y encargaré a los cuervos que te alimenten.
  • La vida de cada ser humano está perfecta y milimétricamente diseñada, desde el nacimiento a la muerte, aunque, naturalmente, no lo sepamos.
  • ¡Y seré un testigo veloz contra los adivinos, y contra los adúlteros, y contra los que juran en falso, y contra los que oprimen al jornalero en sus salarios, a la viuda y al huérfano…, y no me temen, dice el Eterno de los ejércitos!
  • Pues mi cabeza se llenó de rocío… Y ese rocío es luz, la que proviene del blanco del ojo del Santo.
  • Nada, ni nadie, quedaba en pie. Todos eran pecadores. Los judíos, por no levantarse contra Roma, y los invasores por impíos.
  • Pronto te será desvelado… Tú serás uno de los justos, los que abrirán el camino al Mesías…, en la recuperación de la Sekinah…
  • Levanté el rostro hacia el firmamento, no sé si implorando clemencia. Las estrellas ni me miraron…
  • La estrella grande combatirá con siete pequeñas. Serán tres batallas al día. De la estrella del Santo partirán proyectiles de fuego que aniquilarán a los siete impíos. Al anochecer, cada estrella regresará a su posición. La gran batalla de la Sekinah contra los enemigos de Israel se prolongará durante setenta días. Después, el Mesías emprenderá su campaña «rompiendo dientes» y colocando a cada cual en su lugar…
  • Dios respira números.
  • ¡Pobre tonto! Nunca aprenderé que todo está escrito.
  • ¡lo aplastaría como a un gusano!
  • Me hallaba total y absolutamente desorientado, tanto en el tiempo como en el espacio.
  • Sus ojos, endiablados, me atravesaron, esperando una respuesta.
  • Y al principio —como un perfecto estúpido— no comprendí… El Destino, sin embargo, sabía lo que hacía.
  • Ha llegado el momento… Te mostraré lo que nadie ha visto… Te haré partícipe de mi secreto…
  • Porque así habla Yavé… No se acabará la harina en la tinaja… No se agotará el aceite en la orza hasta el día en que Dios conceda la lluvia sobre la Tierra.
  • ¡He aquí que envío a mi mensajero, que preparará el camino delante de mí!
  • ¡He aquí que viene, dice el Eterno de los ejércitos! ¿Pero quién podrá soportar el día de su advenimiento, y quién podrá estar de pie cuando aparezca?
  • ¡Y purificará a los hijos de Leví y los purgará como el oro y la plata!… ¡Y allí estarán los que ofrezcan al Eterno, bendito sea su nombre, holocaustos de justicia!
  • No temas —exclamó, convencido—. Ellas trabajan para mí… No te harán daño.
  • ¡Tú haces vivir a los muertos!… ¡Perdónanos porque hemos pecado!… ¡Proclama nuestra liberación con la gran trompeta y alza una bandera para reunir a todos nuestros dispersos!… ¡Que no haya esperanza para los delatores…
  • Todo tenía su porqué. Ahora es fácil de comprender.
  • ¡Oh Dios, límpianos del pecado!… ¡Acude a mostrar tu gloria!… ¡Enséñanos tu amor!… ¡Deja que tu Sekinah (Presencia Divina) santifique mi corazón!… ¡Y hazme tuyo, una vez más!
  • ¡El Santo da muerte y vida!… ¡Hace bajar al seol. (infierno) y retornar!… ¡El enriquece y despoja!… ¡El abate y ensalza!
  • Puede que me esté buscando —pensé, en un más que dudoso intento por acallar mi conciencia—. Quizá no me haya visto…
  • Todo era castigo, justicia, venganza, y, en definitiva, total y absoluta lejanía.
  • A veces me llamo «El Sadday”, a veces “Seba’ot”, a veces “Elohim” y a veces “YHWH”. Cuando juzgo a las criaturas me llamo “Elohim”, cuando olvido los pecados de los hombres, “El Sadday”, y cuando me apiado de mí mundo, me llamo “YHWH”, pues “YHWH” es misericordioso, tal como está escrito.
  • Los caminos del Señor son del todo rectos… Por ellos van los justos, pero los impíos resbalarán en ellos.
  • Esto sólo es revelado a los santos, a los que hemos sido autorizados a caminar por los senderos del Eterno, bendito sea…
  • Y el mundo quedará sumido en las tinieblas.
  • No había luna, ni tampoco una mísera fogata. La única luz procedía de las estrellas
  • El Mesías recibirá las diez túnicas de la venganza y el Santo, bendito sea, lo reclamará desde el Trono Supremo… Entonces, al verlo vestido con la venganza, lo besará en la frente y retumbarán los tres cientos noventa cielos… Y el Santo, bendito sea su nombre, coronará al Mesías con la diadema que lucía cuando derrotó al faraón en el paso del mar Rojo… Es la diadema con los nombres sagrados…
  • He aquí que os mandaré a Elías antes de que venga aquel día grande y terrible del Eterno.
  • No sé cuánto pudo prolongarse el silencio. Para mí resultó eterno.
  • La esperanza era lo único que les quedaba.
  • El pánico me abrazó. Creí llegada mi hora.
  • Todo, a mi alrededor, se hallaba nuevamente «mudo». Sólo mi corazón tronaba…
  • ¡Ellos me visitaron!… ¡Me reclamaron!
  • Ellos me lo mostraron —repitió—. ¡Yo conozco al Mesías!… Su morada está bajo las plumas del Señor de los espíritus… ¡Es un Barnasa! (Hijo de hombre)… ¡Y todos los justos y elegidos brillaban ante él como luces ardientes!
  • Y me mostraron a mí mismo —continuó—, en uno de los palacios radiantes… ¡Era yo, antes de nacer! Flotaba en el agua sagrada y me vi siete veces…
  • Porque está escrito: él está trastornado por los pecados de su pueblo, por nuestros crímenes, deprimido por nuestros pecados… El cargará también con todas nuestras enfermedades…
  • Amanecerá por el oriente y será atacada por otras estrellas más pequeñas, siempre de siete en siete.
  • Roma era la maldad, el invasor y el causante, en definitiva, de la ruina del pueblo elegido.
  • El hacha estaba en la base del árbol. El Santo no podía esperar. El Dios implacable y vengativo del Sinaí reclamaba justicia. El y su gente abrirían el sendero. Los cinco ejércitos, con los 142.322 guerreros, empujarían a Roma al mar.
  • ¡Yo soy de El!… ¡No necesito de esos bastardos del Templo!
  • Y al sudor frío, y al tormento del dolor de cabeza, se unieron el vértigo y la ansiedad.
  • Todos mis buenos propósitos para demorar el mal que nos aquejaba quedaron reducidos a humo.
  • Durante cinco semanas viví en un permanente presente, sujeto, tan sólo, a la claridad del día y a la bondad de mis cuidadores.
  • ¡Había tanto por ver, tanto por aprender! No sabíamos nada de su vida pública…
  • Deja que cumpla lo que está escrito… El mismo lo dispuso así… Deja que el Destino haga su trabajo.
  • ¡Por Él!… ¡Por la vida!… ¡Por ella!… ¡Por nosotros!
  • Me hallaba solo.
  • Y la lucha, cuerpo a cuerpo conmigo mismo, se prolongó hasta el amanecer.
  • Sin poder evitarlo, unas lágrimas se asomaron a mi rostro. Y lloré, agradecido.
  • Quiso capturar al sol y lo persiguió sin descanso. Al llegar a sus proximidades, experimentó tanta sed que tuvo que detener la persecución y se bebió el río Aman lb. Pero la sed no desapareció y se bebió también el río Wei. Cuando se dirigía al Gran Lago para bebérselo, cayó muerto. Los dioses lo perdonaron y lo transformaron en un bosque de melocotoneros, en el que nunca entra el sol…
  • En mis viajes por las tierras interiores y exteriores… Todo se calmó, y hasta las llamas se inclinaron, dóciles y pendientes.
  • No temas. Es el jade de la inmortalidad. Yo mismo lo he preparado. El mismísimo Huangdi, el emperador Amarillo, lo comía a diario, mientras habitó el monte sagrado, el Kunlun…
  • El hombre que sueña —decía— ya ha vencido.
  • Yo vivo al sur de la razón.
  • La bondad genera bondad y que la práctica de la generosidad y de la misericordia es recomendable, incluso, desde un punto de vista estrictamente económico.
  • ¿De qué sirve un maestro, si sus palabras sólo flotan en el interior?
  • Mover montañas con el pensamiento lo hace cualquiera. Convencernos de que eso es posible, y necesario, es lo difícil…
  • El hombre recordó que morir es, únicamente, regresar a casa.
  • Me atrevería a decir que padecía la enfermedad de la curiosidad.
  • Cada ahora es una verdad.
  • Subir exige esfuerzo, pero saber bajar, además, requiere una dosis especial de inteligencia.
  • Los dioses comprenden en todas las direcciones.
  • Si descubres que vas a morir, continúa con lo que tienes entre manos.
  • Razón y sinrazón se persiguen inútilmente.
  • Yo habito al sur de la razón.
  • No planifiques más allá de tu sombra.
  • El tímido pelea doblemente.
  • Si te regalan la ancianidad, piensa como un anciano.
  • Y me dijo Yavé: no estará mi alma por este pueblo.
  • Cuando llegue el momento, busca a tus pies. Entonces comprenderás que esto no es un sueño.
  • Las naciones temblarán ante ti.
  • Y los estrellaré, a cada cual contra su hermano.
  • Tenía que ocuparme de mis negocios.
  • Los pisé con ira.
  • Pues he aquí que viene el Día, abrasador como un horno.
  • ¡Es el día de la venganza! ¡Roma lo sabe! Y los acampados estallaron.
  • Él me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres… Estoy aquí para pregonar la liberación de los cautivos…
  • ¡La hora de la Sekinah ha llegado! ¡Él ha provocado todo esto, y lo ha hecho con verdad y justicia! ¡Lo ha hecho por nuestros pecados!… ¡Sí, hemos pecado, y obrado inicuamente, alejándonos de ti! ¡Sí, mucho hemos pecado! ¡No hemos dado oído a tus mandamientos! ¡Por eso ya está el hacha en la base del árbol! ¡Los ejércitos marcharán en breve!… ¡Arrepentíos!
  • ¡Pisotearé a los pueblos en mi ira! ¡Los pisaré con fuerza y haré correr la sangre por la tierra!… ¡Dios es grande! ¡Yo soy su profeta!
  • No era posible delimitar el final.
  • ¡Ahora es el principio!… ¡Ahora, el final es el principio!
  • Los llevaré a mi montaña santa —decía Isaías— y los alegraré en mi casa de oración.
  • Del Nombre ha nacido el fuego del final.
  • Era la mirada de un Dios. Me abrazó desde el agua. Me hizo comprender que yo era su criatura, y El, mi Creador. En aquel segundo entendí el universo contenido en una de sus palabras favoritas: «Confía.» Y lo hice. Sin palabras, mediante el hilo de las miradas, me puse en sus manos. Él sabía. El gobernaba. El decidía. Él era mi Dios.
  • Vendrán llorando y los conduciré consolándolos.
  • ¡Soy de Él!… ¡Soy tu segundo!… ¡Dame una orden y levantaré a los ejércitos! ¡El hacha está en la base del árbol! ¡El Santo, bendito sea, pide venganza! ¡Debemos recuperar la Sekinah!
  • ¡Los ejércitos del Santo, bendito sea, esperan nuestra señal! ¿Qué hacemos? ¡Dime! ¿Cuáles son tus órdenes? ¡Tú eres el rey de la casa de David! Ellos…
  • ¡Aquí está todo! ¡Este es el plan del Santo, bendito sea! ¡Examínalo! ¡Ellos me lo dieron!
  • ¿Es que no comprendes? —insistió, furioso—. ¡Es la mano del Santo, bendito sea su nombre! ¡Es la hora de la venganza! ¡Roma debe pagar! ¡Es nuestra hora! ¡El ángel lo dijo: Tú conducirás al pueblo…! ¡Tú eres el rey! ¡Tú eres el Ungido! ¡Tú eres el sacerdote real, como dice Isaías! ¡Te esperábamos! ¡Yo he abierto el camino! ¡Todo está dispuesto! ¡Hoy lo hemos visto! ¡Se han cumplido las profecías! ¡La luz descenderá sobre el cordero!
  • El azul del cielo caía sobre las colinas, y el sol, en retirada, lo teñía todo de rojo, o de naranja, según su voluntad.
  • Había sangre en el arco de piedra. Cubría la casi totalidad de los doce sillares que integraban dicho arco.
  • El hueco superior, entre la madera y la roca, era territorio de las arañas. Una de las redes me llamó la atención. Era la más extensa, con hilos dobles, de mayor calibre que el resto de las telas, y en una tonalidad plata. La «propietaria» había tejido una red en forma de cruz.
  • Pues bien, para llegar a ser un Dios, primero tienes que aprender a delegar.
  • Todo lo que es, o existe, lo es porque Él lo ha imaginado previamente…
  • Es lógico. Estás al principio del camino. El Padre es más listo que tú…
  • El Padre es más que un amigo, y más que una novia o un novio. Háblale, silo deseas, como te hablas a ti mismo. En realidad, aunque no lo sepas, le estarás hablando a Él
  • Hablar con el Padre…, como si fuera un amigo, y a cualquier hora, como tú…
  • Amor, como en el perfume, todo se ordena mágica y benéficamente.
  • Y unos singulares fantasmas empezaron a rondarme. No sé si fue real o fruto de mi imaginación, pero todo, a mí alrededor, se transformó en «alguien» que me observaba.
  • Él no cuenta estrellas, como vosotros. Las estrellas lo cuentan a Él…
  • Él se dispone a anunciar un nuevo tiempo, sin miedos. Tú y tu gente sois afortunados, sólo por haberlo visto… No es necesario oírle. Basta con verlo. Su poder es tal que levanta los corazones, aunque estén muertos.
  • Esto, querido mensajero, es una muestra del amor humano, pero es el áhab, el Amor del Padre, el que lo ha hecho posible, y lo sostiene.
  • Cuando despertéis, cuando seáis resucitados, nadie os juzgará. En el reino de mi Padre no existe la justicia: sólo el áhab.
  • Todo tiene un origen único, pero los humanos, limitados en la comprensión de Dios, no sabemos distinguir. Una cosa es el amor humano y otra, muy distinta, el áhab.
  • El principio del saber no es el temor de Yavé, como rezan las escrituras. Yo he venido a cambiar eso. El sabio lo es, precisamente, porque no teme.
  • El miedo no es compatible con el Amor.
  • Creí no tener nada —había grabado a fuego—, pero, al descubrir la esperanza, comprendí que lo tenía todo.
  • ¿qué sucede con los seres humanos que no disfrutan de la capacidad de tomar decisiones morales?
  • Ninguna otra criatura mortal está capacitada para soñar despierta. Es otra de las distancias siderales que nos separan del mundo animal. Ellos, los brutos, jamás podrán crear, o prosperar, porque no disponen de la «gota azul» en el interior. Ellos, los animales, carecen, por tanto, del alma que elabora el «Yo». Ellos no saben quiénes son, ni lo sabrán jamás. Ellos no se hacen preguntas, ni buscan a Dios. No es su cometido. Su única inmortalidad está en nuestra memoria. Al practicar la imaginación, la «chispa» entreabre la puerta del futuro, y muestra cómo seremos: como Dioses (con mayúscula). Dioses creadores de universos que sólo nosotros imaginaremos. En realidad, eso es el Padre: la imaginación por encima del poder. Ahora no lo sabemos, pero nunca somos tan iguales a Él como cuando desplegamos la imaginación.
  • Cuanto antes la descubras, más y mejor disfrutarás de la característica humana por excelencia. Cuanto más próximo a la «chispa», más intuitivo. Cuanto más intuitivo, más certero. Cuanto más certero, menos necesitado de la razón. Cuanto más lejos de la razón, más al sur de la mediocridad. Cuanto menos mediocre, más tú…
  • La «chispa» es la clave. Ninguna «gota azul» es mejor o peor. El Padre, sencillamente, es. Todas las «chispas» son Él, y todas descienden de Él, aunque Él es mucho más…
  • Es la «chispa» la que desnuda la belleza, y hace concebir la poesía. Es Ella la que ordena los sonidos y los silencios, y dibuja la música. Es la nitzutz la que golpea la piedra y deja escapar el arte. Es Ella la creadora de unicornios azules. Es Ella la que provoca los sueños, y los archiva. Es Ella, con la imaginación de la mano, la que anuncia el «reino» del que procedes —tu «patria»—, y al que, necesariamente, volverás. Un «reino» del espíritu, en el que imaginar es ser.
  • Es la misteriosa fracción del Padre Azul, que un día toma posesión de nosotros, quien se ocupa de sembrar esperanzas. El las despabila, y las reparte. Y cada día se presentan ante nosotros. Otra cuestión es que alcancemos a verlas. Pueden ser inmensas, o esperanzas que caben en la palma de la mano. Eso poco importa. Lo fascinante es que, mientras hay «chispa», hay esperanza. Y es justamente la esperanza —la confianza en algo— el oxígeno de la jovencísima alma que ha llegado al paso de la «chispa». A más esperanza, más oxígeno. Cuanto más oxígeno, más felicidad. Pero el cargamento de esperanza no depende de nosotros. Cada ser humano nace con un cupo. Eso entendí. Después, tras la muerte, la esperanza deja de ser intermitente, y nos abraza. Ya no será el doble renglón del libro de la vida. La esperanza será el «ADN» del alma. Por eso no hay palabras. Por eso insistió, una y otra vez: «Confía.» La esperanza es la sombra de la «chispa». La primera no es posible sin la segunda. «Confía.» Sólo los seres humanos disfrutan de un sentimiento tan gratificante.
  • No me equivoqué. Jesús comparó la «chispa» con el mejor de los mensajeros.
  • ¿Has visto a un perro esperanzado? La felicidad de los animales es la sombra de la esperanza humana.
  • La esperanza es otra demostración de la existencia del Padre en el interior del hombre. Es un guiño del Amor. Sólo tú sabrás comprenderlo. Sólo el ser humano reúne las condiciones necesarias para acoger la esperanza, y abrazarla. Si te aproximas a esta realidad, te habrás acercado a la mismísima esencia divina.
  • Nadie sabe por qué, pero el Padre ha elegido lo más pequeño, y lo más primitivo, para acomodarse en el tiempo y en el espacio.
  • Ningún animal se atormenta con las grandes preguntas: ¿quién soy?, ¿por qué estoy aquí?, ¿qué será de mí? Es el alma inmortal quien debe hallar las respuestas, siempre susurradas por la chispa.
  • Un hombre no puede pelear con su yegua y con su mujer al mismo tiempo.
  • Eran incontables. No eran guerreros, como la pobre mente humana ha llegado a suponer. Eran seres «nacidos» en la perfección, no materiales, que se hallaban a su servicio. Desarrollaban las más asombrosas tareas: desde las «comunicaciones», al «transporte» de la vida, pasando por la «vigilancia» de las criaturas mortales, su «despertar» tras la muerte, y otras funciones. ¡Pedro, envaina tu espada!… ¿No comprendéis que es la voluntad de mi Padre que beba esta copa?… ¿No sabéis que ahora mismo podría mandar a docenas de legiones de ángeles…, que me librarían de las manos de los hombres?
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