sábado, 10 de octubre de 2015

Papillon – Henri Charriere.

Calificación: 5 estrellas


Mi Opinion: 

Papillon es una novela puramente autobiográfica que irrumpió en 1970, vendiendo cientos de miles de ejemplares, y aportando su granito de arena para una revolución en la forma de narrar, sobretodo en una nueva frialdad en primera persona, pocas veces vista hasta entonces.

En la década de los 30, Henri Charriere (de apodo Papillon, mariposa en francés) es un hombre condenado por un crimen que no cometió. Es enviado a la Isla del Diablo, en la Guayana Francesa, donde la vida en la cárcel es durísima, en medio de la miseria y la alienación. Sus persistentes intentos de fuga, unido a sus aventuras posteriores, convierten a Papillon en una novela trepidante, en una estimable historia de acción y aventuras, y una lectura fácil y amena.

Pero lo que más me interesa de Papillon no es el contenido, que trata una y otra vez su ansia de escapar hasta establecerse en Venezuela, o su tendencia a mostrar que nada es imposible, que querer es poder y que la libertad es uno de los bienes más preciados del ser humano (si no el más). Papillon es curiosísima sólo por su forma de narración. Y es que Charriere narra en presente sus andanzas, de modo íntimo pero a la vez dotado de una gelidez inusual en este tipo de relatos. Personalmente se me viene a la cabeza la narración en primera persona utilizada por Haruki Murakami en sus novelas más populares.

Lo paradójico es que, a pesar de ser narrado en presente, parece como si la lejanía temporal de lo ocurrido proporcionara a su autor un distanciamiento en cuanto a juicios, una objetividad implacable. La explicitud en los detalles sobre la cotidianeidad en la cárcel la convierten, por derecho propio, en la novela más interesante dentro de un hipotético subgénero "carcelario". Fue adaptada en 1973 por Franklin J. Schaffner con el actor Steve McQueen como Henri Charriere, aunque resultaría ciertamente fascinante que un director como Frank Darabont (responsable de las películas Cadena Perpetua o La Milla Verde) se interesara en trasladar al cine esta obra.

Empieza muy bien, con un narrador que consigue una empatía y una implicación por parte del lector inigualables, consigue que el lector sienta como que realmente está ahí, testigo de las penurias del protagonista-narrador. Tiene un declive importante cuando consigue escapar de la cárcel, y sólo consigue mantener el interés por un atrevido tono sexual y una atmósfera de tensión e incertidumbre propia de un fugitivo. De todas maneras, lo cierto es que el carácter épico de la historia, unida a la fuerte personalidad del personaje (que sin embargo no es revelada a través de reflexiones, sino de palabras y actos), hacen de Papillon una novela que obligatoriamente hace mella en el lector. A lo largo de la mitad del libro, su lectura se hace más tediosa e incierta. Sin embargo, dejar pasar el bache narrativo da su fruto, y tenemos un final a la altura, que gana mucho valor al ser consciente de que todo lo relatado ocurrió en verdad a su autor, que sabe mantener un pulso adecuado entre realidad y ficción, sin caer en la hagiografía ni en la autocompasión. Absolutamente recomendable.

Reseña: 

Este libro cuenta una de las más extraordinarias epopeyas de los tiempos modernos, llevado al cine en una superproducción interpretada por Steve McQueeb y Dustin Hoffman, la historia de Papillon pertenece ya al acervo cultural de nuestra época. Cuarenta y tres días después de su llegada al terrible presidio de Cayena, en la Guayana francesa, Papillon se fuga por primera vez. Fracasa y tiene que esperar trece años para conseguir por fin la añorada libertad. Su evasión constituye uno de los ejemplos más sobrecogedores de fuerza, tesón y voluntad en pos de un objetivo que parecía imposible.


Citas:

  • Ríndete, acusado; sobre todo, no trates de defenderte: te conduciré al “camino de la podredumbre”. Supongo que no esperas nada del jurado, ¿verdad? No te hagas ilusiones. Esos doce hombres no saben nada de la vida.
  • ¿Acaso creen que la montaña que me ha caído encima puede trastornarme hasta el punto de inducirme al suicidio?
  • Napoleón, cuando fundó el presidio y le preguntaron: ¿Por quién haréis vigilancia a esos bandidos?, respondió: Por quienes son más bandidos que ellos.
  • Hay dos puertas a vuestra disposición: una para conducirlos l presidio si os portáis bien; otra para el cementerio.
  • El humo de los cigarrillos sale de esta celda como una nube atraída por el aire del pasillo, y si uno no quiere que los ojos le piquen, hay que sentarse debajo de los nubarrones de humo.
  • La película de mi vida se proyecta rápidamente ante mis ojos: mmi infancia al lado de la familia llena de cariño, de educación, de buenas maneras y de nobleza; las flores de los campos, el murmullo de los arroyos, el sabor de las nueces, los melocotones y las ciruelas que nuestro huerto nos daba copiosamente; el perfume de la mimosa que, cada primavera, florecía delante de nuestra puerta; la fachada de nuestra casa y el interior con las actitudes de los míos; todo eso desfila rápidamente ante mis ojos.
  • Quizás conozcamos otros países que no serán tan bellos como el nuestro, ero que tendrán una manera más humana de tratar a los que han cometido una falta.
  • Es una infamia lo que estoy cometiendo ante tanta nobleza.
  • Un tema único de conversación: su bondad, su generosidad, su rectitud.
  • Enfoquémonos en olvidar el pasado y fijémonos más bien en el presente y el futuro.
  • En plena noche del cuarto día se desata una abominable tempestad. Fue, en verdad, algo espantoso. Lo peor era que las olas no seguían el mismo sentido. A menudo, chocaban entre sí unas contra otras. Algunas eran profundas, otras breves, era como para no entenderlo.
  • La noche está maravillosamente estrellada. La estrella Polar brilla con todo su fulgor y sólo la Cruz del Sur le gana en luminosidad. Se percibe claramente la Osa Mayor y la Menor. Ni una nube. La luna llena está bien instalada ya en el cielo estrellado.
  • La foto de los bandidos es más simpática de mirar que la de los policías. Los bandidos tienen más bien aspecto de gente honrada.
  • Un hedor a orina, a mierda, emponzoña el aire hasta el punto de que me ahogo.
  • Es posible que ustedes se digan católicos, pero su forma de obrar es muy poco cristiana.
  • Mis pies enormes, inflados y congestionados de sangre coagulada no pueden apoyarse en nada, ni siquiera en posición horizontal.
  • Mi querido Papillon, ha hecho usted todo lo humanamente posible para conquistar su libertad.
  • El territorio de los indios guajiros, donde conocí el amor más apasionado y puro en su forma más espontánea y natural. Toda la claridad de que son capaces los niños, la forma pura de ver las cosas que distingue a esa edad privilegiada, las he encontrado en esas indias llenas de voluntad, ricas de comprensión, de amor ingenuo y de pureza.
  • Debo felicitarle a usted por atreverse a navegar en este coche fúnebre.
  • Era un hidalgo educado de tal manera que, contando tan sólo la sangre azul, todo lo demás era insignificante y no valía la pena de preocuparse por ello.
  • Aquí, no se trata de regenerarlos. Sabemos que es inútil.
  • Quizá sólo cuando este cerca de la tumba, el temor de Dios, si es religioso, le asuste y haga arrepentirse. Desde luego, no será por verdadero remordimiento de las cochinadas que haya cometido, sino por miedo de que, en el juicio de su Dios, sea él el condenado.
  • Los jugadores. Viven del juego, para el juego, en el juego. Sólo les interesa jugar. Entonces, se olvidan de todo: lo que han sido, su condena, lo que podrían hacer para modificar su vida. El compañero de juego puede ser un buen tipo o no, pero sólo les interesa una cosa: jugar.
  • Me has ayudado; eres el único que me ha tendido la mano. Aunque tenga miedo, me siento feliz por ayudarte a recobrar la libertad.
  • Mirando, hacia el cementerio, advierto una tumba reciente; es la tumba de una mujer de un vigilante, muerta la semana anterior. Un mísero ramo de flores marchitas está colocado sobre ella.
  • El viento sopla cada noche como el diablo, barriendo la meseta de la isla con rabioso rugido y, a menudo, va acompañado de lluvia.
  • Comandante, tiene usted la mujer más noble del mundo.
  • Ha preparado un grueso bastón de hierro, tan pesado como puede serlo este metal, y, llegando por detrás, sin una palabra, asesta un formidable bastonazo en la cabeza de cada uno de los jugadores. Los cráneos se abren como dos granadas y los sesos se esparcen por el suelo. Loco, furioso, lleno de rabia, no se contenta con haberlos matado, sino que agarra los cerebros y los estampa contra la pared de la sala. Todo queda salpicado de sangre y sesos.
  • Los presidiarios no son enterrados sino arrojados al mar entre San José y Royale, en un lugar infestado de tiburones. El muerto está envuelto en sacos de harina, con una cuerda atada a los pies, de la que pende una pesada piedra. Una caja rectangular, siempre la misma, está instalada horizontalmente en la proa de la embarcación. Llegados al sitio indicado, los seis remeros forzados levantan sus remos en posición horizontal a la altura de la borda. Un hombre inclina la caja y otro abre una especie de trampa. Entonces, el cuerpo se desliza al agua. Es seguro, de eso no cabe la menor duda, que los tiburones cortan inmediatamente la cuerda. El muerto nunca tiene tiempo de hundirse mucho. Remonta a la superficie, y los tiburones comienzan a disputarse ese manjar exquisito para ellos. Ver comerse a un hombre, según los que lo han visto, es muy impresionante, pues además, cuando los tiburones son muy numerosos, llegan a levantar el lienzo con su contenido fuera del agua y, arrancando los sacos de harina, agarran grandes pedazos del cadáver.
  • Esta pesada cruz la arrastra sin causar a su chico, y eso que, como maestro, es respetuoso con las leyes e incluso enseña a comprenderlas y aceptarlas.
  • Los rostros de los hombres han cambiado por completo. Esta hora de sol, este baño en el agua saldrá y el hecho de poder hablar durante una hora cada día han transformado radicalmente este rebaño de reclusos, moral y físicamente enfermos.
  • Los guardianes llegan como locos empujando a garrotazos, bastonazos, a puntapiés, a los trabajadores del acarreo de piedras. Les hacen entrar en el edificio de al lado, apelotonados. Las guitarras, las mandolinas, los juegos de ajedrez y de damas, las lámparas, los banquillos, las botellas de aceite, el azúcar, el café, la ropa blanca, todo es rabiosamente pisoteado, destruido y arrojado al exterior. Se vengan con todo lo que no es reglamentario.
  • Decenas de aletas de tiburones sobresalen del agua, evolucionando velozmente en un espacio restringido de menos de cuatrocientos metros. Ya están aquí los devoradores de presidiarios; han acudido a la cita a su hora y en el lugar exacto.
  • Reconozco, que debe ser terrible encontrarse, sin estar enfermo, en medio de seres tan peligrosos.
  • El fiscal que los hizo conducir ha fracasado en su intención de castigarlos, haciéndoles ir por el camino de la podredumbre. Porque en esa podredumbre han encontrado precisamente la felicidad.
  • Las olas se suceden sin cesar con un ruido de trueno.
  • Cuando las gentes o abrigan malos pensamientos hacia los demás es porque ellas mismas son buenas y rectas.
  • Tiene diecinueve años y la belleza de su raza, serena y llena de fatalismo en su manera de pensar. Seria para mí un regalo del cielo amar y ser amado por esta espléndida criatura.
  • Tiene una manera de pronunciar ciertas palabras y de hacer aparecer una puntita de lengua rosada en su boca entreabierta, que convertiría en libertino al santo más santo.
  • Te toma por un imbécil. Aunque la pieza rara valiera mil quinientos dólares, se aprovecharía descaradamente de tu ignorancia.
  • Hay sangre por todas partes. Un policía negro se ha puesto a la puerta para que nadie salga.
  • Sobre la mesa he dejado ostensiblemente seiscientos dólares, pero el dinero no paga las atenciones recibidas. Un hombre jamás está perdido. Pese a lo que haya podido conocer, en un momento dado de su vida, siempre hay una oportunidad de recuperarlo y hacer de él un hombre buen y útil a la comunidad.
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